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sábado, 2 de mayo de 2015

#Bibliotecas (III): la Real Academia de la Historia

  No es casual que esta entrada se publique en el día de esa fiesta que fue de mi pueblo, Móstoles, bastante antes de que nos la quitaran (Madrid también roba a los madrileños, ¿qué os pensábais?) para extenderla a ese engendro geopolítico llamado Comunidad Autónoma de Madrid. De esta monstruosa fábrica de gastar dinero del contribuyente en las típicas soplapolleces de los tarados que nos (des)gobiernan solo se salva un aspecto: tener el mejor himno del mundo mundial sin discusión, con una onírica y burlona letra del genio de Agustín García Calvo diseñada con el mejor y más socarrón y burlesco tono irónico madrilata para molestar a todos los politicastros que hemos tenido la desgracia de padecer (esperemos que las cosas cambien pronto, aunque no lo creo).




  Para celebrar el festivo día matritense, voy a dedicar la entrada a todos esos amigos madrileños de pro que me suelen reprochar (de buenos modos, que para eso son amigos), el que casi siempre esté hablando de mis investigaciones en bibliotecas extranjeras y no de las que también hago en bibliotecas españolas, sobre todo durante los meses de Navidad y de vacaciones estivales. Los que más se quejan son, por supuesto, aquellos que, cuando estoy en Madrid, tienen que venir a buscarme a las puertas de esas bibliotecas para después proceder a tomar los botellines o tapas pertinentes y cambiar así impresiones con el amigo exiliado. Así que va por todos vosotros :-)


  La biblioteca de la que hablaré es la de la Real Academia de la Historia, que está en plena zona de marcha de Madrid, en la calle Huertas, alojada en este bonito edificio clásico del siglo XVIII, obra del conocido arquitecto Juan de Villanueva.



  Por desgracia, en los últimos tiempos la institución ha estado más en boca de todos por las (aunque escasas) ciertamente patéticas biografías apadrinadas por su escudo, como la recientemente rectificada del no-dictador Francisco Franco, que se pueden leer en la que debería ser una de las obras señeras de la institución, el Diccionario Biográfico Español. Esta publicación resume un poco el que, en mi modesta opinión, es el problema más acuciante de la Real Academia de la Historia: aunque sus iniciativas son loables, ambiciosas y necesarias (algunas, como el Gabinete de Antigüedades, son espectaculares), sus resultados suelen ser extraordinariamente anticuados (¿cómo no contemplar haber publicado el DBE en Internet en vez de en pesadísimos tomos impresos?), con una organización de materiales muy discutible, coronado todo ello -para no variar en el país de la ausencia de responsabilidad pública- con enormes carencias en el control de calidad de los proyectos que se publican. 




 Por lo que respecta a la biblioteca, guarda todo el sabor de los espacios de bibliofilia clásicos, con una sala de lectura muy agradable y donde el trato dispensado por los trabajadores a los investigadores siempre es muy cordial y generoso. Lo peor es que los esfuerzos por modernizar la investigación, aunque han llevado a producir un catálogo en línea magnífico y a tener digitalizada gran parte de sus fondos (sobre todo la archifamosa Colección Salazar y Castro, también catalogada en esta base de datos), a veces se limitan con medidas tan discutibles y poco razonables como, por ejemplo, que haya que consultar tales digitalizaciones en los ordenadores de la institución, y no en el particular de cada investigador; y, sobre todo, que no haya wifi para los investigadores (aunque sobre este aspecto del wifi en España es tal mi cabreo que le dedicaré en el futuro una entrada especial).


  El asunto que me llevó hasta Huertas antes del tapeo con los amigos es uno más de aquellos sumarios de crónicas medievales de los que ya hablé en la anterior entrada. En esta ocasión, me interesé por un manuscrito del siglo XV que contiene una obra conocida por el título de Historia anónima de los Reyes de León (BETA, Manid 5566)


  
  A falta de ulterior examen más profundo, parece evidente que nos hallamos ante una más de las refundiciones de la General Estoria de Alfonso X el Sabio, obra bien conocida y que, en la actualidad, está siendo objeto de un excelente proyecto de digitalización y codificación conforme a las Humanidades Digitales en la Universidad de Birmingham. El resumen redactado en este códice medieval de la Real Academia matritense narra los principales sucesos acontecidos durante el gobierno de los monarcas del reino de León entre los siglos X y XI, desde Alfonso IV hasta Bermudo III. El copista añadió bastantes notas marginales al texto, un aspecto literario que aumenta más, si cabe, el interés de editarlo en el futuro.




  Además, el otro motivo por el que interesarían tanto una digitalización de la obra como su edición crítica sería el de preservar su conocimiento a generaciones futuras. Desgraciadamente, algunos de sus folios están muy deteriorados por el uso escriturario de tintas conocidas con el nombre de ferrogálicas, ya que se obtenían mezclando, entre otros ingredientes, vitriolo y sulfato de hierro. Este tipo de tinta fue muy utilizado durante la Edad Media y el Siglo de Oro porque, una vez escrito, resistía el agua con firmeza y no era, por lo tanto, borrado si el documento se mojaba. Sin embargo, el paso del tiempo provoca un efecto devastador de las tintas ferrogálicas, porque su gran poder de corrosión destruye el papel y el pergamino en el que fueron usadas, como este ejemplo del manuscrito de las crónicas leonesas nos muestra.


  
  En fin, se trata de una obrita muy digna e interesante, que espera algún voluntario que la rescate del olvido para preservar toda su riqueza a las generaciones del futuro. Y por supuesto, también es un motivo para pasar una agradable jornada de trabajo en Madrid aderezada con el tapeo y los amigotes en la Plaza de Matute. Ya estoy deseando que llegue el siguiente códice y la siguiente ronda.

sábado, 31 de enero de 2015

#Insoliteces (I): dos poemitas castellanos inéditos en un impreso latino de la Biblioteca de la Universidad de Barcelona

  Tanto en la página web de PhiloBiblon como en el perfil de Facebook  del mismo proyecto acaba de aparecer la noticia que paso ahora a comentar aquí. Las bibliotecarias de Reserva dela Universidad de Barcelona, mientras estaban registrando con detalle marcas de propiedad y otras anotaciones diversas, encontraron dos poemas castellanos del siglo XVI, copiados a mano entre los folios de guarda de un impreso de 1563. El ejemplar, con signatura topográfica M-5137, reproduce unos comentarios latinos al profeta Isaías por parte del teólogo belga Adam Sasbout (1516-1553). El libro lo imprimió Johan Graphei en la ciudad belga de Amberes, que en aquel entonces, en 1563, contaba con una notable presencia de españoles en sus calles, tal como ya me referí en otra anterior entrada de este blog. 


  Mi colega Gemma Avenoza, la experta en Biblias y manuscritos medievales a quien me atreví a reseñar hace tiempo, se puso en contacto conmigo para la edición de los poemitas que habían aparecido en las hojas de guarda de este impreso. El primero de ellos es este:


El poema fue catalogado ya por Brian Dutton (ID 4963) en su monumental obra El cancionero del  s. XV:  c. 1360-1520, al hallar el mismo poema, con el título de Acabarse am mis plazeres, en uno de los cancioneros musicales portugueses del primer cuarto del siglo XVI. La versión encontrada en el impreso antuerpiense custodiado en Barcelona parece, desde luego, una traducción al castellano de este texto original en portugués.

El texto editado por mí dice así:

  Acabarse han mis placeres
si me voy yo d’esta tierra.
¡Ay, mi Dios! ¿Quién me destierra?
Mis ojos nunca tendrán
otro descanso mayor                                        5
que es llorar con dolor
la vista que perderán.
Mis entrañas se abrirán
con tan justa y cruda guerra…
¡Ay, mi Dios! ¿Quién me destierra?                 10

  Como es frecuente en la crítica textual, utilizo la cursiva para indicar la reconstrucción de una letra o de cualquier elemento gráfico que está ausente en el original. Por ejemplo, si quiero que todo el mundo entienda el 'an' del primer verso, le añado una hache que no tiene en el original (en el Siglo de Oro no había aún regularidad en el uso de las haches, es normal, no es una errata). También subsano lo que puede ser una pequeña errata en el v. 9, pues en el original se lee 'gerra"; por eso, reconstruyo la 'u' que falta pero la marco en cursiva para que todos los lectores entiendan el texto y se percaten de que algo falta en el original. Debajo del poema, tal como puede verse en la imagen, se encuentra esta nota: A 18 de febrero empecé [a] dezir misa. Es una anotación personal de, me atrevo a sugerir, un antiguo posesor del libro, aunque no hay ningún dato que nos permita certificarlo con seguridad.

  La otra composición encontrada en el impreso latino de la Universidad de Barcelona es esta:


  Se trata de un soneto, Mi ofensa es grande, séalo el tormento (BIPA, Texid 12979), atribuido a un casi desconocido poeta del Siglo de Oro, el Padre Pedro de Tablares. Fue identificado por la profesora Avenoza gracias a la existencia de otra fuente del mismo texto encontrada por el profesor RalphDiFranco (Denver University), miembro del equipo de BIPA (Bibliografía de la Poesía Áurea). Las variantes textuales que presenta este texto con respecto a la fuente descrita en BIPA bien podrían indicar que el copista estaba haciendo un ejercicio de memoria, pues yerra en la colocación de algunas de las palabras, algunas rimas son irregulares y le falta un verso al soneto, en el último de los tercetos. Por estos motivos, editar este poema con cierto sentido para que pudiera ser leído me llevó más tiempo que el primero, ya que tuve que considerar todas estas dificultades. La versión final es esta:

  Fue grande la ofensa, séalo el tormento,
mas… ¡ay, tu desamor no me atormente!,
¡Ó, buen Jesús!, que de tu gracia ausente
pensarlo mata… ¿qué hará el sufrimiento?

  Tu cruz, tu sangre [y muerte] te presento,                             5
¡ó, ricas prendas de la pobre gente!
¿Permitirá tu amor divino, ardiente,
que tales esperanças llev’el viento?

  Mas triste de mí, que ya no miro
si tu bondad me salva o me condena:                                      10
tu honra lloro y por tu amor sospiro;

la honra satisfaz con cualquier pena
la culpa quita y quedaré libre d’ella.
[…………………………………]

Justo debajo de este poema se halla la anotación manuscrita en latín:

  Nihil bene cernit amor, videt omnia lumine caeco. Credit amor caecus dedecus esse decus.

  Se trata del conocido tópico de la ceguera del amor, que primero fue utilizado por Ovidio (Heroidas V.51) y más tarde por Andrés el Capellán en su tratado amoroso de tanto éxito en la Edad Media.


  No obstante, como indica el profesor Charles Faulhaber (University of California, Berkeley), es mucho más probable que el anónimo copista de estos poemas haya reproducido el tópico tomándolo del conocido sermonario de Pierre de la Palud, Sermones thesauri nouide tempore (Colonia, 1602, p. 347), que conoció diversas ediciones a lo largo de los siglos XV y XVI.

  Me despido de todos desde la Biritsh Library; quién sabe si podré encontrar algunos de estos pequeños poemas, alguna otra de estas insoliteces de mi investigación que quiero compartir con vosotros en este blog.




jueves, 31 de julio de 2014

#Bibliotecas (I): ¿Investiga...qué? Persiguiendo a John Rylands en Manchester

  Después de dos meses frenéticos sin actualizar el blog por motivos que ahora no viene al caso relatar, finalmente he encontrado una buena excusa para retomarlo. A la entrada de hoy ha dado pie una informal conversación aperitivesca que tuve en España recientemente. La charla fue más o menos así:
- Debe de ser duro enfrentarte a esos estudiantes británicos, en una lengua que no es la tuya y con su acentazo, todos los días del año, de lunes a viernes.
- Bueno, en realidad es de lunes a jueves, los viernes no tengo clase.
- ¡Cojones! ¿Por qué?
- Es mi día de investigación.
- ¿Y eso qué es? ¿A quién investigas los viernes?
- A nadie, hombre. Investigo fuentes primarias, manuscritas e impresas, de la literatura medieval hispánica, sobre todo fuentes poéticas, cancioneros y otras colecciones de poesía.
- Joder, cabronazo, qué bien vivís los profesores: ¡ya quisiera yo fines de semana de tres días, aunque uno tuviera que dedicarlo a leer poemas!


  Como ilustra bien el divertido meme que acabo de poner más arriba, mi amiguete es fiel seguidor del dicho tan hispánico que señala tres suculentos ingredientes de la profesión idílica y deseada por todos: el trabajo de un obispo, el sueldo de un ministro y las vacaciones de un maestro. No quiero ponerme a defender mi profesión contra viento y marea; primero, porque pocas cosas me resultan tan molestas como el corporativismo, uno de los vicios patrios más predilectos. Además, de forma muy reciente dos periodistas tan dispares como Jordi Évole, en este artículo, y Agustín Moreno, en este otro, esgrimen argumentos que me parecen mucho más aproximados a la realidad que la mayoría de conversaciones cotidianas basadas en no pocas noticias, burdas y sin consistencia, en las que se denigra a los profesores de forma sistemática. 

  Sin embargo, sí me parece que es harto evidente, tal como se desprende de la conversación entre caña y caña dominical, que el concepto 'investigación' es, en ocasiones, un poco complejo de explicar al ciudadano de a pie, sobre todo en lo que respecta a la investigación en Humanidades. Tampoco es que la prensa ayude mucho al respecto, como por ejemplo deja ver este artículo sobre los ocho males del profesor universitario, que ha sido muy comentado por las redes sociales en las semanas previas. Sin entrar en otros temas espinosos, a la valoración y conocimiento de la investigación universitaria por parte de toda la ciudadanía no ayuda nada de nada enunciados como el del punto 7 del citado artículo, que reza La investigación, ¿sirve para algo?, sino que más bien difumina el ya de por sí alicaído prestigio de la investigación universitaria. Parece oportuno recordar, en este punto, cómo ya en el año 2006 el Libro Blanco de las Humanidades en España, estudio a mi juicio bastante autorizado, enumeraba como principal carencia el "escaso peso relativo de las Humanidades en el conjunto de la financiación pública en investigación" (p. 14). El resultado es, pues, tan desolador como la conversación mantenida con mi amigo. Nadie sabe qué es eso de investigar en Humanidades.


  He decidido que voy a dedicar esta entrada veraniega a relatar un poco mi experiencia personal en el asunto, por si es de interés para quienes quieran poseer un elemento de juicio verídico y contrastado que oponer a las disparatadamente absurdas e indocumentadas generalizaciones con las que politicastros de media melenita, juntaletras de la canallesca patriotera y opinólogos expertos en tripodología felina execran día tras día cualquier intento serio de debate sobre la educación y la investigación universitaria.

  La investigación en Humanidades, como es obvio, no va a descubrir el remedio de una enfermedad incurable ni ningún compuesto orgánico o material revolucionario. Tampoco se trata, como bromeaba mi amigo, de perseguir a alguien de forma policial, si bien en muchos casos los rudimentos del método detectivesco resultan de bastante utilidad en el objetivo básico de quienes, como es mi caso, investigamos en épocas como la medieval. Este objetivo es la ampliación de nuestro conocimiento global del pasado, en algunos casos incluso para corregir, matizar o perfilar mejor el conocimiento que ya poseíamos del mismo tema. En mi caso, la búsqueda se centra en fuentes primarias de la literatura y de la historia española medieval, en principio la escrita en castellano, aunque rastreo también el resto de lenguas habladas en España para los otros equipos de trabajo del proyecto PhiloBiblon, al que algún día le dedicaré una entrada para explicar lo que es. Si investigo fuentes primarias históricas y literarias es, sobre todo, porque en el período que conocemos con el nombre de Baja Edad Media (más o menos entre los años 1350 a 1500, lustro arriba, lustro abajo), hay demasiados supuestos y datos que me hacen desconfiar de cómo está montado el esqueleto de sucesiones y acontecimientos que se dan. En una palabra, no me fío de muchas cosas que se dan por supuestas. Por eso, trato en especial de hallar nuevas fuentes que nos ayuden a comprender mejor el pasado y, sobre todo, que aporten nuevas perspectivas a asuntos que aparecen como innegables en nuestra línea del tiempo medieval y yo tengo la intuición de que no fueron así ni por asomo. No llego a tanto como los conspiranoicos del vídeo de abajo, que niegan la existencia de la Edad Media entera, pero sí me gusta cuestionar la manera en la que nuestro conocimiento del pasado ha llegado a la sociedad actual.


  A pesar de que a los cabecicubos de costumbre no les entre en la mollera y sigan insistiendo en lo poquísimo que trabajamos los profesores, es precisamente los viernes el día de la semana en el que me levanto más temprano. A las 8 de la mañana ya estoy debajo de este cartelito para tomar el tren hacia Manchester.

  Depende del tren que pille, a veces hasta Deansgate, a veces hasta Manchester Oxford Road, suelo tardar unos 45 minutos hasta el lugar en el que paso los viernes: la biblioteca con fondo de libros antiguos de la Universidad Manchester, más conocida con el nombre de John Rylands Library.


  Tal vez sea una de las bibliotecas más bonitas en las que he estado, sobre todo el edificio antiguo, cuyo uso está en la actualidad restringido casi solo a exposiciones. El interior es, como podéis ver, magnífico, un lugar de ensueño para todos los bibliófagos como quien suscribe estas líneas.


 El otro engendro de cristal que aparece a la izquierda, y que rompe por completo un paisaje idílico, es un edificio vomitivo de una marca de esas caras de ropa, complementos y afeites de esos que, en las celestinescas palabras de Fernando de Rojas, no son más que "untos y mantecas". La verdad es que su continua visión durante estos viernes de investigación me ha hecho quitarme muchos complejos hispánicos: me doy cuenta de que casos de arquitectos psicoególatras y políticos de urbanismo tolais que aprueban disparates arquitectónicos como este no se dan solo de los Pirineos al Atlas, sino también entre los Peninos y los Pirineos. En todas partes cuecen habas.


     La sala donde se consultan los libros antiguos se llama Elsevier Room y está en un edificio nuevo, construido entre medias de estos dos.


  Allí estoy todos los viernes, desde las 9 más o menos, hasta las 5 de la tarde, examinando algunos impresos y manuscritos hispánicos. A esa hora ya me voy a comer algo para no desfallecer, y a pesar de que la zona de Deansgate está llena de restaurantes españoles, no sé por qué siempre acabo en este sitio y con la misma compañía...

  Acabo de pedir un proyecto de investigación para trabajar más a fondo estas joyas de las literaturas hispánicas, y a lo largo de este verano también pediré otro más, así que, si tengo suerte y consigo la financiación necesaria, seguiré ilustrando en el blog lo que encuentre por aquí. Eso sí: me permito enseñar en este espacio la que, en mi opinión, es la más destacada obra que alberga este repositorio. Se trata del mejor ejemplar que se conserva del Cancionero general, de Hernando del Castillo, en concreto de su tercera edición, impresa en Toledo en 1517. De esta edición solo han llegado a nuestros días tres ejemplares (los otros dos están en la Biblioteca Pública de Boston y en la Biblioteca Nacional de París), y el de Manchester es el que presenta un mejor estado de conservación, como dan fe estas instantáneas tomadas cortesía de la biblioteca John Rylands.






  La investigación está muy poco valorada en España sobre todo entre la gente común, que opina muy influida (demasiado, diría yo) por el martilleo compulsivo de los medios de propaganda (ellos dicen que de comunicación) hacia las profesiones docentes y ligadas a la universidad. Incluso en áreas científicas en puridad, como la medicina, no solo no se estimula al que investiga sino que el trato que recibe es de una inequidad pasmosas, como recientemente se quejaba el prestigioso doctor José María Delgado en este artículo:

¿Sabes qué castigo hay en esta universidad para los que no investigan? Que no pueden dirigir tesis doctorales. Yo ya lo dije, esto es fantástico, tú das tus clases, no investigas, y además te castigo y así te puedes ir a Chipiona todo el día. ¿No sería mejor quitarles sueldo o darle más clases? Por eso digo que la universidad española la tienen que rehacer.
   No sé si rehacer, pero desde luego ser plenamente consciente de que la investigación, mezclada con la eeducación, sirve para convertir a los estudiantes en mejores ciudadanos, para que sean más conscientes de todo el elenco de manipulaciones, a veces interesadas, a veces involuntarias, subyacen en todas y cada una de las fuentes de información de las que ha dispuesto la Humanidad en su historia. La literatura tampoco es ajena a ello. Y con el paso del tiempo, contamos con la ventaja de que las manipulaciones partidistas e interesadas son mucho más evidentes, se ven enseguida y se pueden analizar con detenimiento. Tal vez así seamos capaces de cometer otros errores, no los ya cometidos en el pasado. Y el análisis de lo que ha pasado es tan importante para nuestro futuro como el presente. Al menos esa es la idea con la que yo trato de aprovechar mis viernes de investigación en Manchester.

miércoles, 30 de abril de 2014

Una breve actualización bibliográfica

  Cuando comencé este blog me propuse al menos escribir una entrada al mes, y además me obligué a hacerlo costara lo que costase, puesto que si no fuera así correría el riesgo de caer en la mala costumbre de dejar de lado este canal de comunicación y nunca me ha gustado dejarme nada a medias. Pero la verdad es que el mes de abril, a pesar de las vacaciones, me lo ha puesto muy difícil por diversos motivos. Primero, por haber tenido que preparar informes para la solicitud de financiación de varios proyectos que tengo en perspectiva y de los que hablaré en su momento. Esta fase de redacción de papeleo diverso con vistas a la presentación de ayudas financieras se conoce en la jerga académica como literatura marrón, y no precisamente porque este sea el color del quesito del Trivial destinado a las preguntas sobre obras y autores literarios, sino más bien por otras razones que tienen que ver con el color marrón y que, por respeto a mis lectores, no voy a profundizar más en ellas.


  Por si tales razones fueran pocas, durante el período vacacional de Semana Santa (o la Pascua, como se prefiere denominar en Gran Bretaña) recibí por fin, tras tres meses esperándolas, todas mis posesiones ultramarinas, es decir, un par de maletas con ropa, algunas cajas con sartenes y enseres caseros varios, y, por encima de estas, algunas más con libros y con mis equipos informáticos. Así que, cual marca de café ochentero y por lo tanto hortera, he estado durante las semanas anteriores pacientemente desembalando todo hasta colocarlo en su nuevo y británico lugar correspondiente. Como comprenderéis, mis únicos ratos de asueto durante este proceso los he dedicado al divertimento que tenía más a mano.... y no me neguéis que vosotros no lo habéis hecho nunca, que aquí somos todos una familia y nos conocemos...


  Precisamente me hallo ahora en los momentos previos a sustituir mi viejo portátil Toshiba del año de la polka, desde el que he trabajado en casa durante estos últimos meses, por un equipo un poco más sofisticado. Pero ante la tesitura de estar varios días actualizando programas, configurándolo todo, haciendo copias de seguridad y demás, y que dejase abril sin publicar, me ha salido la conciencia bloguera pesada y me ha obligado a actualizar. 


   Como ya llevaba tiempo queriendo abrir un apartado a comentar libros y lecturas que hago, aprovecharé para matar dos pájaros de un tiro e inaugurar esta sección de comentarios bibliográficos de libros que, en principio, estoy leyendo porque son especializados para temas relacionados con mi investigación y que, por este motivo, tal vez no sean susceptibles de ser leídos por todos los públicos. Pero, al mismo tiempo, me gustaría precisamente hacer todo lo contrario: motivar a todos aquellos lectores que no sean expertos en el tema a leerlos, porque en muchas más ocasiones que las que uno podría imaginarse el resultado es muy positivo. Hagamos todos caso, pues, del magnífico tópico explicado por el poeta Horacio: sapere aude.

  La primera de las novedades bibliográficas es este libro de Ana María Gómez Bravo, ilustre integrante como yo  mismo de la hermandad  de madrileños perdidos por el mundo académico anglosajón, que acaba de publicar una monografía titulada Textual Agency. Writing Culture and Social Networks in Fifteenth-Century Spain. El libro trata de explicar algo que muchas veces me ha resultado muy difícil de hacer comprender a mis estudiantes: si la producción poética en todas las épocas y culturas de la historia, siempre ha sido y es un fenómeno literario bastante pequeño y destinado a una cierta minoría de lectores, ¿qué motivos pudieron provocar que la poesía de cancionero castellana fuera tan abundante durante los siglos XIV y XV hasta el punto de ser considerada como la más amplia y fértil cosecha lírica de toda la Europa románica? De manera sencilla y elegante, en el libro se van diseccionando los contextos políticos, económicos y, en especial, los relativos a la propaganda ideológica, motivo tal vez principal del éxito de la poesía de cancionero, al convertir un elemento cultural en un instrumento de control ideológico por parte del poder, con el añadido de su enorme interés en la configuración de la identidad hispánica durante la Baja Edad Media y el Renacimiento. Entiendo la dificultad que muchos podéis tener con la época y con el inglés, pero con que se tenga un mínimo conocimiento de ambos, sin duda alguna quien se atreva con él va a disfrutar mucho de conocer un aspecto crucial, y en general no demasiado conocido, de una época de grandes cambios en la cultura y en la literatura hispánica. Yo aún no lo he acabado, pero llevo leídas unas 100 páginas y confieso que, más que los aspectos puramente académicos, me está encantando precisamente eso, el transitar por los intereses sociales y económicos creados alrededor de la composición de poesía.


  La segunda novedad es la que, teniendo un contenido más especializado y concreto, tal vez pueda ser más apta para que alguien se atreva con ella: se titula Dámaso Alonso-Marcel Bataillon: un epistolario en dos tiempos, y recoge, como su propio nombre indica, las cartas cruzadas, durante dos épocas vitales distintas, entre estas dos grandes figuras de las letras hispánicas. El equipo de edición, encabezado por Estrella Ruiz-Gálvez Priego, incluye también a otros hispanistas emigrantes, como Javier Espejo y Alicia Nieto. Todavía no he podido meterme en profundidad con él, y reconozco que la impresión sobre el libro que aquí escribo es más de hojeo que de ojeo; pero me ha bastado para creer que un lector cualquiera, aunque no esté interesado en el aspecto erudito del intercambio epistolar, puede disfrutar muchísimo descubriendo un poco más a dos personalidades de su tiempo, en especial una relación de respeto mutuo y admiración por la labor del otro a pesar de sus personalidades y escuelas académicas tan distintas, con un lado humano muy emotivo que se percibe con claridad en cada una de las cartas.


  Las dos siguientes novedades están también relacionadas, como la de Gómez Bravo, con la poesía de cancionero, que es uno de mis ámbitos preferidos de investigación: me refiero a la obra de Cleofé Tato García titulada De amor y guerra: la poesía de Pedro de la Caltraviesa; y a la de Sandra Álvarez Ledo, que lleva por título Ferrán Manuel de Lando. Estudio sobre la biografía y la obra de un poeta sevillano





  Ambas monografías están escritas por investigadoras en lírica cancioneril a las que admiro por su tenacidad para encontrar datos biográficos de dos poetas que, en principio considerados como menores, no han sido todo lo bien tratados por la crítica que deberían de haber sido. Además, la edición de los textos poéticos es impecable, incidiendo de nuevo en los componentes ideológicos y políticos que antes comentábamos. Así que si un día tienes ganas de leer algo estimulante aunque en un principio no tengas claro si lo vas a entender bien, anímate y prueba alguna de estas recomendaciones. Estoy bastante seguro de que, solventadas las dificultades iniciales, que tal vez te obliguen a un ajuste previo de conocimientos, las vas a disfrutar un montón. Si al final eres un valiente y lo haces, avisa, por supuesto: serás bien recibido e incluso invitado a que compartas tu experiencia con otros lectores no demasiado avezados en tales temas. Cambiando a Horacio por Virgilio, recuerda que audentes Fortuna iuvat.


martes, 24 de septiembre de 2013

Un título para un blog

  Como no estaba demasiado inspirado, al final he decidido poner como título de este blog el primer verso de una de mis composiciones favoritas del cancionero medieval castellano. Su anónimo autor supo plasmar perfectamente, a mi juicio, el profundo desencanto y el hastío que a veces nos sobreviene a todos cuando la vida cotidiana no responde a nuestras expectativas, cosa esta última que, en el actual contexto de crisis global que sufrimos, nos viene ocurriendo a casi todos de forma más persistente o menos dolorosa. En especial, creo que los cuatro primeros versos de la canción son magníficos e impactantes para el lector de cualquier época, porque responden con notable fidelidad a esa idea de decepción y desilusión vital próxima a la desesperación. La que sigue es mi propia edición crítica del poema (ID 0678), con las grafías modernizadas y prestando mayor atención a la versión más completa, conservada en el Cancionero musical de Palacio (MP4):

  Harto de tanta porfía,
sostengo vivir tan fuerte
qu'es triste el ánima mía
hasta que venga la muerte.

  En tus manos la mi vida                                         5
encomiendo, condenado.
¡Ó, pïedad merecida!,
¿por qué m'ás desamparado?
Fin hará la profecía
dada por mi mala suerte,                                        10
qu'es triste el ánima mía
hasta que venga la muerte.

  Las variaciones de esta edición con el texto original son tan pequeñas que cualquier lector con un mínimo de cultura lo podría entender sin explicaciones adicionales: las grafías medievales 'beuir' por 'vivir', o 'fasta' por 'hasta', guardando la efe inicial que da lugar a nuestra actual hache; y sobre todo, la aglutinación vocálica ('qu'es' por 'que es'; 'm'ás' por 'me has'). Como se ve en la edición crítica, aconsejo que, al tratar textos medievales, se puntúe y se pongan tildes según los criterios ortográficos actuales, para hacer más accesible el contenido del mismo a todo tipo de lector. Y, por último, dos detallitos muy importantes: primero, recomiendo sangrar el verso inicial de cada estrofa con dos espacios; y segundo, sugiero siempre numerar de cinco en cinco los versos, para que nos podamos referirnos a ellos con precisión si hubiera que analizar el poema.

  Cuando en el estudio de una poesía medieval de los siglos XIV-XV indicamos su número de identidad (ID) entre paréntesis, o cuando ponemos las siglas y número de un determinado cancionero (MP4), nos referimos a la monumental catalogación efectuada por Brian Dutton, el gran hispanista británico que dedicó gran parte de su vida a identificar todos y cada uno de poemas y cancioneros medievales escritos en castellano. Gracias a su impagable labor podemos estudiar en detalle una misma poesía y saber con exactitud de cuál de ellas estamos hablando, con independencia de que la leamos en un cancionero o en otro, o de que manejemos una edición crítica u otra. La labor de Dutton es muy importante porque nos permite trabajar con un método científico todo el enorme caudal de la poesía de cancionero castellana de los siglos XIV y XVI, recordemos: la más fértil cosecha lírica de todo el occidente románico medieval europeo. La obra de Dutton, impresa en siete volúmenes y editada por la Universidad de Salamanca entre 1990 y 1991, se puede ahora consultar en Internet gracias al proyecto de investigación de la Universidad de Liverpool, dirigido por Dorothy Severin y coordinado por Fiona Maguire y por Manuel Moreno, tres grandes expertos en los cancioneros medievales. Si quieres saber más de este tipo de lírica, no lo dudes: esta base de datos es tu sitio.

  En alguno de los manuscritos en que esta canción, Harto de tanta porfía, se ha conservado presenta la notación musical, algo que solía casi siempre acompañar a estos poemas medievales, como se puede ver en este otro folio del Cancionero de Palacio:

  Gracias a esta notación, algunos musicólogos modernos han conseguido reproducir hoy cómo sonaban estas canciones medievales con una fidelidad casi exacta. La que sigue es la magnífica versión de Harto de tanta porfía a cargo de Jordi Savall, versión a tres voces que pone un digno colofón musical a los sentimientos de hastío y desesperación que el autor de esta canción quiso transmitirnos.