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viernes, 31 de julio de 2015

#Bibliotecas (IV): UCLA. California always on my mind.

  En la entrada estival de este blog os hablaré de mi última estancia de investigación ligada al Proyecto PhiloBiblon, que ha tenido lugar a principios de este mes de julio de 2015 que ya se nos va, en mi añorada California. Concretamente, esta vez estuve varios días indagando en las bibliotecas de la Universidad de California en Los Ángeles, más conocida por sus míticas siglas, UCLA, esas que los españoles pronunciamos tal como suenan, todas seguidas, para desesperación muchas veces de nuestros amigos norteamericanos, que no entienden que nos referimos a la archiconocida iu-si-el-ei.


 En principio, el campus es gigantesco pero en él da gusto pasear, sobre todo si no hace demasiado calor. En caso contrario, mejor que salgas a escape hacia donde tengan aire acondicionado porque te vas a cocer vivo.


  El primer lugar de trabajo fue la Charles E. Young Research Library, en cuyos estantes se alberga la mayor parte de los libros de fondo antiguo (manuscritos, incunables e impresos de los siglos XVI y XVII) poseídos por UCLA. 


  Como veis, se trata de un edificio muy moderno, si bien la sala de lectura es un poco pequeña e iluminada sólo con lámparas eléctricas. Por desgracia, la luz natural no es el fuerte de esta sala, elemento muy apreciado por quienes (como el que esto escribe) tienen que lidiar a diario con letrujas endiabladas escritas hace siglos.


  Con tan pocos días como los que conté para investigar (apenas una semana), en realidad fui un poco a tiro hecho, es decir, a por tres piezas que ya sabía que se encontraban en la biblioteca. Y además, dos de ellas no eran para la bibliografía de PhiloBiblon con la que habitualmente colaboro, que es BETA (Bibliografía Española de Textos Antiguos), sino que eran para BITECA (Bibliografia de textos antics catalans, valencians i balears).  Esta ha sido la primera de mis investigaciones en el nuevo proyecto que dirigen Gemma Avenoza y Lourdes Soriano, al que el Ministerio de Educación acaba de conceder una subvención.



  El primer objeto que tuve entre mis manos fue esta edición de 1555 del cancionero de Ausías March. La producción lírica del gran versificador (calificarlo como 'poeta' o 'trovador' puede comenzar una guerra internética entre especialidades académicas, así que Vade retro!) afincado en el Levante español (idem anteriorem) durante el final de la Edad Media, fue una de las más fecundas de la época, razón por la cual fue reimpresa y traducida a lo largo del siglo XVI por diversos ámbitos europeos. 




  Para el siguiente códice me tocó cambiar de ubicación, pues, al tratarse de un librito con recetas médicas escrito en catalán, estaba localizado no en la Biblioteca Charles E. Young, sino en la sala de lectura de colecciones especiales de la Biblioteca de Medicina de UCLA.


  Como veis, un laberíntico mastodonte donde (confieso) me perdí un par de veces antes de llegar a la salita donde me esperaba esta pequeña maravilla. Llamarlo 'librito', como veis, no es ningún apelativo cariñoso, sino toda una realidad.


  Se trata de una recopilación de prescripciones médicas, sobre todo relacionadas con urología, pero no exclusivamente. El manuscrito perteneció a Ernest Moliné i Brasés, erudito catalán que lo editó en 1914 dentro del Boletín de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona, en dos partes (disponibles aquí: 1 y 2). En el catálogo de UCLA el manuscrito lleva por título Conoximent de les orines, aunque en la edición mencionada se le llamó, un tanto aleatoriamente, Receptari de Micer Joan (y así figura en BITECA). No obstante, estoy de acuerdo con Lluís Cifuentes i Comamala, quien más a fondo y más recientemente ha analizado esta obra aquí, en que tal vez sea mejor simplemente denominarlo Libre de reseptes, pues tal es el título que figura en el códice, como se aprecia aquí con el subrayado rojo.



  Como también puede apreciarse en el círculo verde, la obra se comenzó a redactar en 1466 y es factible que el grueso de su contenido sea de aquellos mismos años. No obstante, también existen numerosos añadidos posteriores, de época y de letra, probablemente de mediados del siglo XVI, lo que muestra que el tratado continuaba todavía siendo de uso común unos cien años más tarde de que fuera compuesto por primera vez. Estoy seguro de que los especialistas en literatura médica medieval pueden encontrar aquí una auténtica mina para sus investigaciones.


  Todavía volví un par de jornadas más a la Charles E. Young Library, esta vez para encontrar un códice medieval aragonés que, hasta donde llegan mis conocimientos, ha permanecido inédito en nuestros días. Se trata del Ms 170/307 de la Bound Collection  de UCLA, que contiene las ordenanzas de la cofradía de San Julián, de la ciudad de Teruel.


  Al igual que veíamos en el caso del recetario catalán, este precioso manuscrito de pergamino tiene diferentes letras que testimonian otras tantas épocas de uso y de composición. Así, comenzó a redactarse en 1402, y a tal época corresponde esta magnífica caligrafía gótica de los folios iniciales.

  
 Más adelante, nos encontramos con otro tipo de letras, desde la humanística hasta la cursiva aragonesa, sobre todo en el añadido de nuevos capítulos y estatutos efectuada por los miembros de esta cofradía turolense. En definitiva, es un manuscrito al que le dedicaré más tiempo en el futuro para poder extraer toda la información que pueda.

  Con esta novedad puse fin a mi estancia en las bibliotecas angelinas... bueno, no. Todavía me quedaba sufrir el atasco de tráfico en la CA-60 East al volver a casa después de cada día de investigación.


... bueno, miento, no era al volver a casa: era al ir a visitar el templo de UCLA, el lugar donde el mismísimo Kareem-Abdul Jabbar se tomaba sus alitas picantes.


  ¿De verdad pensábais que iba a ir a UCLA una semana sin algo de baloncesto por medio? ¡Imposible! :-P

martes, 31 de marzo de 2015

Manuscritos medievales hispánicos en Inglaterra: dos crónicas en Manchester y en Birmingham

  Por desgracia, en febrero no pude escribir mi entrada mensual de este blog, puesto que dediqué todo el mes a preparar mi comunicación para el III Congreso Internacional sobre el Cancionero de Baena, celebrado en la coqueta villa cordobesa, donde nos reunimos para estudiar el famoso cancionero de Juan Alfonso de Baena, la primera recopilación de poesía castellana que se ha conservado. El manuscrito, con preciosa caligrafía cortesana, está datado en el primer cuarto del siglo XV y, además de poderse consultar en Internet, en la página web de la Biblioteca Nacional de París, donde se conserva, se puede comprar ahora en una magnífica edición facsímil, editada por el Centro de Estudios Juan Alfonso de Baena y con un precio bastante asequible para lo que suelen costar tales ediciones.

  
  Escribir mi comunicación y presentarla me absorbió casi por completo, incluidos los últimos días de cada mes que es cuando me suelo dedicar a hacer balance de los temas que he tratado para hablar de ellos aquí en el blog. El congreso estuvo muy bien, con una organización exquisita y unas sesiones plenarias realmente magistrales; pero sobre todo, me llamó la atención la participación de muchos jóvenes estudiantes con comunicaciones muy trabajadas y que aportaron cosas muy interesantes, demostrando así que el relevo en los estudios de cancioneros está asegurado.


  Después de acabar el frenético trimestre de clases de invierno en Inglaterra, estoy aprovechando estos días pascuales sin clase y sin actividades docentes para ocuparme de la investigación. Me he propuesto dejar acabado durante este mes el proyecto en el que anduve trabajando desde octubre del año pasado. Me dediqué a localizar manuscritos hispánicos poco o nada conocidos localizados en tierras británicas, en otras bibliotecas que no fuera la bien trabajada British Library, cuyos fondos en español ya han sido objeto de varias y diversas catalogaciones.


   En principio, quería centrarme solo en la magnífica John Rylands Library de Manchester, de cuyos tesoros manuscritos ya hablé aquí. Solicité varias becas para digitalizar algunos de sus códices y tuve la enorme suerte de recibir el apoyo del Programa Hispanex 2014 para acometer la primera fase del proyecto (ojalá pueda lograr más financiación en el futuro para acabarlo por completo). Así, lo que he estado desarrollando con la ayuda del citado Programa Hispanex es la descripción técnica de los manuscritos siguiendo unas normas más modernas que la de la antigua catalogación de que disponíamos: la efectuada en 1921 por Moses Tyson, venerable archivero de la citada institución. Este trabajo, a pesar de su vetustez, todavía es de bastante utilidad, así que hasta que mi investigación esté disponible para todos en la base de datos PhiloBiblon, y en espera de que las conclusiones de este proyecto sean presentadas de forma académica en el próximo Congreso de la Asociación Hispánica de Literatura Medieval, aquí os dejo el artículo de Tyson por si alguien está interesado en él. No hay tópico más querido por los medievalistas que el de Bernardo de Chartres acerca de que somos enanos en hombros de gigantes, y en este caso mis propias conclusiones serán, por supuesto, siempre deudoras de las de este pionero.




  Como avance del proyecto, puedo presentar en este blog los dos resultados más destacados de mi pesquisa. El primero es una crónica medieval castellana conservada en la John Rylands Library y que ya fue descrita y catalogada por Tyson. Su signatura (es decir, el localizador alfanumérico que todo libro lleva y que sirve para saber dónde está exactamente colocado en la biblioteca) es Ms. Spanish 1. 


  Tras examinar detenidamente sus casi 700 folios (que hacen necesario una cerradura de hierro para poder abarcar toda la encuadernación), confío en que se trate de una versión en castellano de la famosa crónica latina De Rebus Hispaniae atribuida a Rodrigo Jiménez de Rada, Arzobispo de Toledo, obra que habitualmente se conoce con el nombre de Toledano romanzado. En la base de datos en que trabajo, PhiloBiblon - BETA (Bibliografía Española de Textos Antiguos), cada uno de los textos tiene otro localizador numérico (Texid) para distinguirlo de los demás (en este  caso, BETA Texid 2585). Cuando digo en que confío en que sea este texto es porque todas estas crónicas medievales tienen muchísimas interpolaciones, añadiduras y manipulaciones, tal como se puede apreciar simplemente en las indicaciones escritas en el voluminoso lomo de la encuadernación.


 Poco después, documentándome para intentar descifrar el verdadero galimatías de la filiación de todos estos manuscritos, leí este artículo de Manuel Hijano, profesor de la Universidad de Durham, y este otro, de Aengus Ward, profesor de la Universidad de Birmingham. Ambos me guiaron en dirección a otro códice similar al de la Rylands Library, localizado en Birmingham, que presenta una de las versiones más antiguas del texto cronístico titulado Estoria del fecho de los Godos (BETA, Texid 1211). 


   Aunque la signatura y la localización ofrecidas por Hijano no concuerdan, creo que se trata del mismo manuscrito que hoy se alberga en la Cadbury Research Library con la signatura MS326. Se trata de un magnífico ejemplar, con una soberbia encuadernación renacentista de piel castaña y hierros en seco.


  La única lástima de este códice es que le falta el folio inicial y algunos de los folios finales, pero por lo demás es un ejemplar con un buen estado de conservación. En definitiva, espero poder presentar en el citado congreso de la AHLM un trabajo completo con la descripción de ambos según los criterios de PhiloBiblon, más las relaciones entre los dos y, sobre todo, desgranar cuál o cuáles de los muchos textos cronísticos medievales hispánicos contienen. Deseadme suerte y ya os contaré qué tal va ;-)

sábado, 31 de enero de 2015

#Insoliteces (I): dos poemitas castellanos inéditos en un impreso latino de la Biblioteca de la Universidad de Barcelona

  Tanto en la página web de PhiloBiblon como en el perfil de Facebook  del mismo proyecto acaba de aparecer la noticia que paso ahora a comentar aquí. Las bibliotecarias de Reserva dela Universidad de Barcelona, mientras estaban registrando con detalle marcas de propiedad y otras anotaciones diversas, encontraron dos poemas castellanos del siglo XVI, copiados a mano entre los folios de guarda de un impreso de 1563. El ejemplar, con signatura topográfica M-5137, reproduce unos comentarios latinos al profeta Isaías por parte del teólogo belga Adam Sasbout (1516-1553). El libro lo imprimió Johan Graphei en la ciudad belga de Amberes, que en aquel entonces, en 1563, contaba con una notable presencia de españoles en sus calles, tal como ya me referí en otra anterior entrada de este blog. 


  Mi colega Gemma Avenoza, la experta en Biblias y manuscritos medievales a quien me atreví a reseñar hace tiempo, se puso en contacto conmigo para la edición de los poemitas que habían aparecido en las hojas de guarda de este impreso. El primero de ellos es este:


El poema fue catalogado ya por Brian Dutton (ID 4963) en su monumental obra El cancionero del  s. XV:  c. 1360-1520, al hallar el mismo poema, con el título de Acabarse am mis plazeres, en uno de los cancioneros musicales portugueses del primer cuarto del siglo XVI. La versión encontrada en el impreso antuerpiense custodiado en Barcelona parece, desde luego, una traducción al castellano de este texto original en portugués.

El texto editado por mí dice así:

  Acabarse han mis placeres
si me voy yo d’esta tierra.
¡Ay, mi Dios! ¿Quién me destierra?
Mis ojos nunca tendrán
otro descanso mayor                                        5
que es llorar con dolor
la vista que perderán.
Mis entrañas se abrirán
con tan justa y cruda guerra…
¡Ay, mi Dios! ¿Quién me destierra?                 10

  Como es frecuente en la crítica textual, utilizo la cursiva para indicar la reconstrucción de una letra o de cualquier elemento gráfico que está ausente en el original. Por ejemplo, si quiero que todo el mundo entienda el 'an' del primer verso, le añado una hache que no tiene en el original (en el Siglo de Oro no había aún regularidad en el uso de las haches, es normal, no es una errata). También subsano lo que puede ser una pequeña errata en el v. 9, pues en el original se lee 'gerra"; por eso, reconstruyo la 'u' que falta pero la marco en cursiva para que todos los lectores entiendan el texto y se percaten de que algo falta en el original. Debajo del poema, tal como puede verse en la imagen, se encuentra esta nota: A 18 de febrero empecé [a] dezir misa. Es una anotación personal de, me atrevo a sugerir, un antiguo posesor del libro, aunque no hay ningún dato que nos permita certificarlo con seguridad.

  La otra composición encontrada en el impreso latino de la Universidad de Barcelona es esta:


  Se trata de un soneto, Mi ofensa es grande, séalo el tormento (BIPA, Texid 12979), atribuido a un casi desconocido poeta del Siglo de Oro, el Padre Pedro de Tablares. Fue identificado por la profesora Avenoza gracias a la existencia de otra fuente del mismo texto encontrada por el profesor RalphDiFranco (Denver University), miembro del equipo de BIPA (Bibliografía de la Poesía Áurea). Las variantes textuales que presenta este texto con respecto a la fuente descrita en BIPA bien podrían indicar que el copista estaba haciendo un ejercicio de memoria, pues yerra en la colocación de algunas de las palabras, algunas rimas son irregulares y le falta un verso al soneto, en el último de los tercetos. Por estos motivos, editar este poema con cierto sentido para que pudiera ser leído me llevó más tiempo que el primero, ya que tuve que considerar todas estas dificultades. La versión final es esta:

  Fue grande la ofensa, séalo el tormento,
mas… ¡ay, tu desamor no me atormente!,
¡Ó, buen Jesús!, que de tu gracia ausente
pensarlo mata… ¿qué hará el sufrimiento?

  Tu cruz, tu sangre [y muerte] te presento,                             5
¡ó, ricas prendas de la pobre gente!
¿Permitirá tu amor divino, ardiente,
que tales esperanças llev’el viento?

  Mas triste de mí, que ya no miro
si tu bondad me salva o me condena:                                      10
tu honra lloro y por tu amor sospiro;

la honra satisfaz con cualquier pena
la culpa quita y quedaré libre d’ella.
[…………………………………]

Justo debajo de este poema se halla la anotación manuscrita en latín:

  Nihil bene cernit amor, videt omnia lumine caeco. Credit amor caecus dedecus esse decus.

  Se trata del conocido tópico de la ceguera del amor, que primero fue utilizado por Ovidio (Heroidas V.51) y más tarde por Andrés el Capellán en su tratado amoroso de tanto éxito en la Edad Media.


  No obstante, como indica el profesor Charles Faulhaber (University of California, Berkeley), es mucho más probable que el anónimo copista de estos poemas haya reproducido el tópico tomándolo del conocido sermonario de Pierre de la Palud, Sermones thesauri nouide tempore (Colonia, 1602, p. 347), que conoció diversas ediciones a lo largo de los siglos XV y XVI.

  Me despido de todos desde la Biritsh Library; quién sabe si podré encontrar algunos de estos pequeños poemas, alguna otra de estas insoliteces de mi investigación que quiero compartir con vosotros en este blog.




domingo, 6 de octubre de 2013

Escribir una reseña: en camisas (bíblicas) de once varas

  Todavía se siguen haciendo reseñas críticas de libros en casi todas las revistas académicas, a pesar de que sea una actividad que siempre anda bajo sospecha. Por culpa de esto, a pesar de que todavía se sigue valorando que una publicación tenga una buena reseña, los autores de muy buenos libros académicos se las ven y se las desean para encontrar a alguien que reseñe sus monografías. ¿El motivo? Muy sencillo: alguien en su día decidió que el peso académico de una reseña sería nulo. Si todavía a estas alturas del siglo XXI cuesta hacer entender a quienes te evalúan que una publicación en una revista electrónica con ISSN establecido, con su índice de impacto adecuado, debería equivaler a publicar en cualquiera de las revistas convencionales, imagínaos cómo es hacer comprender el valor académico de una reseña: igual de productivo y entretenido que hablar con la pared.

  En resumen, la inmensa mayoría de evaluadores piensa que las reseñas son un mercadeo entre profesores amiguetes y un colegueo absoluto, en plan, "yo te reseño y digo qué bueno es tu libro, tú me reseñas y dices lo mismo", un poco como la famosa canción del verano aquella de "tú me das cremita". El resultado no es más que mostrar su propia ignorancia, porque desde luego quien opina así no se ha leído nunca un libro con el espíritu crítico absolutamente necesario que hay que tener para acometer tal tarea. Leer un libro es, ante todo, procesar la información que contiene de forma crítica y aquí no hay amigos que valgan. Lo peor de esta situación es que hoy día no hay una línea clara de crítica académica y, por ejemplo, resulta imposible imaginar que puedan existir en la actualidad grandes figuras de un pasado no tan lejano, como Ricardo Gullón, con su notable carrera académica dedicada casi en exclusiva a la crítica de obras, o el recientemente desaparecido Miguel García-Posada, quien no paró de ofrecernos enormes reseñas literarias desde su modesta cátedra del madrileño Instituto Beatriz Galindo, demostrando la solvencia para tales lides de los última e injustamente apaleados docentes de secundaria. A veces la propia academia tampoco entiende bien la importancia de las reseñas literarias. Aún recuerdo la intervención de un gran medievalista, Paulino Iradiel, en el marco inmejorable de la Semana de Estudios Medievales de Estella del año 1998, en el cual mantuvo que uno de los principales problemas del medievalismo hispánico era que "se publicaba más que se leía". De inmediato, en ese mismo congreso, comenzaron a lloverle las críticas de colegas de profesión, sobre todo de quienes, en efecto, publicaban más que leían. Y lo siguen haciendo. Y lo harán.

  En líneas generales, cuando uno se encarga de una reseña se supone que ha de dominar con cierta maestría el tema general del libro reseñado. Aquí yo discrepo un poco, y no porque me parezcan mal las reseñas de libros hechos por expertos en el tema (las veo bien y las encuentro lógicas), sino que también mantengo que la visión del neófito con espíritu crítico es, cuando menos, tan enriquecedora como la del experto. Por eso animo sobre todo a los jóvenes a que escriban reseñas críticas. Es obvio que no van a tener tanta pericia como un veterano; por lo tanto, su análisis habrá de ser más profundo: han de leer mucho más a fondo el libro, han de invertir más horas y, por consiguiente, su esfuerzo será mucho mayor. A cambio, conseguirán dos cosas: la primera, poner las primeras muescas en su curriculum en cuanto a publicaciones se refiere, algo que, cuando se es joven y se empieza el cursus honorum académico, siempre sienta bien; la segunda, habrán invertido su tiempo de forma extraordinaria en mejorar su espíritu crítico con un tema que, previamente desconocido, ahora ya les acompañará para siempre. Y ese bagaje crítico no se enseña en las aulas, sino que cada uno se tiene que buscar el suyo a su manera. Pocas cosas hay tan útiles para esta empresa que escribir reseñas críticas.

  Precisamente uno de los asuntos que me tiene ocupado ahora es una reseña de un libro que, en principio, poco tiene que ver con mi investigación: las Biblias castellanas medievales de Gemma Avenoza. Digo en principio porque el libro es, ante todo, un manual de codicología, disciplina que sí está relacionada con las cosas que hago para el proyecto PhiloBiblon (del que hablaré más despacio otro día). Pero reconozco que todos los vericuetos de temas bíblicos superan mis modestos conocimientos. Por lo tanto, he tenido que echar mano de buenos amigos para molestarlos un poquito y que me saquen de mi ignorancia respecto a las particularidades (interesantísimas, no digo lo contrario) de los textos medievales escritos en castellano relacionados con la Biblia. Estoy agradecido sobre todo a David Arbesú, que gestiona una magnífica web sobre La Fazienda de Ultramar, obra medieval de enorme dificultad y atractivo basada parcialmente en la Biblia, así como a la magnífica página web del proyecto de Biblias medievales, dirigido por Andrés Enrique-Arias. Eso sí: a quien esté más interesado en estos asuntos le recomiendo que lea la reseña que un verdadero especialista ha hecho sobre este mismo libro, Javier Pueyo, integrante del proyecto antes mencionado.

  Todavía sigo limando detalles al respecto de mi reseña, pero desde ya agradezco haber decidido ponerme con algo de lo que apenas sabía porque gracias a esta osadía de meterme en camisas de once varas hallé un texto que sí me interesa mucho: un manuscrito cuya existencia desconocía, el MSS/5456, códice hebreo albergado en la Biblioteca Nacional de Madrid, que contiene al final del  mismo una magnífica traducción parcial del Génesis, línea por línea, entre el hebreo y el castellano, como se puede ver en el fol. 232v (reproducido por cortesía de la BNE):



De igual forma, también contiene una especie de mini-vocabulario latino-hebreo-español, que sin duda se utilizaría para traducir alguno de estos textos bíblicos, como se ve en el fol. 233v (reproducido por cortesía de la BNE): 



  Al final, meterse en camisas de once varas para hacer reseñas ha merecido bastante la pena solo por descubrir estos pequeños detalles.