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martes, 26 de mayo de 2015

#Congresos: I Seminario de Cultura y Artes Visuales Hispánicas en Lancaster University

  La semana pasada tuve el placer de organizar un seminario en mi lugar de trabajo, el Departamento de Culturas y Lenguas Europeas de Lancaster University, para que mis estudiantes pudieran disfrutar de otras opiniones, mucho más expertas y autorizadas que la mía, en los temas relativos a la cultura hispánica del siglo XX. Llevo muchos años enseñando historia y literatura de épocas cronológicamente muy alejadas de mi especialidad, la Edad Media, y aunque no tengo mayor problema en hacerlo, siempre prefiero que mis estudiantes tengan otras perspectivas de quienes sí son expertos en tales asuntos. Por eso me decidí a organizarlo.

  El primer invitado fue Eduardo Tasis, lector de español en la Universidad de Central Lancashire, situada en Preston, muy cerca de Lancaster. Nos habló de sus investigaciones más recientes, basadas en la literatura de la segunda generación de españoles exiliados en México, que quizá precisamente por no albergar en su seno miembros tan llamativos como sí los había en los primeros exiliados al final de la guerra civil (el caso del cineasta Luis Buñuel es el más representativo), sus obras han merecido menos atención por parte de la crítica. Eduardo ya ha escrito un libro sobre algunos de estos autores, como Tomás Segovia y Angelina Muñiz Huberman, y nos explicó la sensación de vacío que existe en algunos de estos creadores españoles que abordaron las inquietudes del exilio a través de la narrativa y del cine.




  Los estudiantes de primero y de último año que vinieron a la charla, junto con otros profesores de Lancaster University y de UCLAN Preston, prestaron mucho interés a la charla de Eduardo, como se pudo comprobar en el coloquio posterior, en el que la presencia de algunos hijos de inmigrantes españoles que habían sufrido más o menos una situación de vacío idéntica durante su infancia en Gran Bretaña añadió un toque de interés a las preguntas de los asistentes.

  Nuestro segundo invitado fue Luis Pascual Cordero Sánchez, lector de español en la Universidad de Manchester, que nos habló de uno de esos poetas andaluces que él tan bien conoce por haber sido objeto de su tesis doctoral. Bueno, quizá el más universal de todos ellos: Federico García Lorca. Su charla se basó en la recuperación de su figura hecha por parte del mundo cultural hispánico después de la Transición, tanto en el cine como en la televisión, quizá para contraponerlo con los anteriores mitos del Franquismo, más basados en heoricidades castizas que en la delicadez del poeta y dramaturgo granadino.



 En su caso, el debate posterior se centró en las famosas imágenes del poeta que circulan por Internet, apenas una muestra del genio que logró atesorar, y por supuesto en el reciente descubrimiento documental en el que se prueba de forma innegable que el asesinato de García Lorca fue una orden del poder franquista llevada a cabo por su más repugnante brazo ejecutor, el falangismo. La manipulación posterior de su figura también fue debatida por nuestro ponente y mis alumnos, que hicieron muy buenas preguntas demostrando su conocimiento de los temas que iban a ser próximo objeto de su examen final en el curso que les he enseñado, del que ya hablé aquí. Al margen de que creo que ha sido muy beneficioso para ellos, les estoy muy agradecido por su asistencia y por sus incisivas preguntas a los conferenciantes. Y, por supuesto, quedo igualmente agradecido a Eduardo y a Luis por su presencia aquí para compartir sus investigaciones con nosotros.


  El seminario resultó un éxito, tanto que ya estoy empezando a planear el del año que viene. No obstante, me gustaría introducir algunos cambios, sobre todo porque estos días viene circulando por Internet un interesante texto, publicado como artículo de opinión en el New York Times, llamado El manifiesto contra las conferencias (puedes leerlo aquí en inglés). Me parece muy interesante, sobre todo porque algunos puntos los pensamos todos y ninguno se atreve a cambiar un modelo de lectura magistral que, desde luego, está bastante pasado. No fue el caso de las charlas de Eduardo y de Luis, cordiales y abiertos a todas las preguntas que recibieron, de modo que estoy seguro que no les hubiera importado variar el modelo más trasnochado de hacer estas cosas académicas. Por lo tanto, para el año próximo estoy pensando en modificar la estructura de este seminario y hacer algo así como una mesa redonda, en la que todos, estudiantes, profesores y conferenciantes, estemos sentados al mismo nivel. Previamente, los ponentes habrán dado a leer sus textos a los estudiantes y a los demás asistentes, que acudirán a la charla con los materiales trabajados y preparados. De esta manera, podremos todos comentar los puntos principales, los puntos divergentes, y trabajar con más aprovechamiento sobre nuestras dudas, nuestras preguntas, nuestras observaciones... Puede parecer muy moderno, pero en realidad no es otra cosa sino volver a la mayéutica socrática de la Antigüedad Clásica.


  Estas son mis ideas, claro, pero estaría encantado de escuchar las vuestras. ¿Qué os parece? ¿Cuál es vuestra opinión al respecto de variar el obsoleto formato de estas conferencias académicas? ¿Os gustan más las lecturas magistrales? ¿Por qué sí o por qué no? No te cortes, seas estudiante o profesor, o solo un lector del blog, deja tu opinión y la tendré en cuenta, con todo mi agradecimiento, por supuesto :-)

sábado, 2 de mayo de 2015

#Bibliotecas (III): la Real Academia de la Historia

  No es casual que esta entrada se publique en el día de esa fiesta que fue de mi pueblo, Móstoles, bastante antes de que nos la quitaran (Madrid también roba a los madrileños, ¿qué os pensábais?) para extenderla a ese engendro geopolítico llamado Comunidad Autónoma de Madrid. De esta monstruosa fábrica de gastar dinero del contribuyente en las típicas soplapolleces de los tarados que nos (des)gobiernan solo se salva un aspecto: tener el mejor himno del mundo mundial sin discusión, con una onírica y burlona letra del genio de Agustín García Calvo diseñada con el mejor y más socarrón y burlesco tono irónico madrilata para molestar a todos los politicastros que hemos tenido la desgracia de padecer (esperemos que las cosas cambien pronto, aunque no lo creo).




  Para celebrar el festivo día matritense, voy a dedicar la entrada a todos esos amigos madrileños de pro que me suelen reprochar (de buenos modos, que para eso son amigos), el que casi siempre esté hablando de mis investigaciones en bibliotecas extranjeras y no de las que también hago en bibliotecas españolas, sobre todo durante los meses de Navidad y de vacaciones estivales. Los que más se quejan son, por supuesto, aquellos que, cuando estoy en Madrid, tienen que venir a buscarme a las puertas de esas bibliotecas para después proceder a tomar los botellines o tapas pertinentes y cambiar así impresiones con el amigo exiliado. Así que va por todos vosotros :-)


  La biblioteca de la que hablaré es la de la Real Academia de la Historia, que está en plena zona de marcha de Madrid, en la calle Huertas, alojada en este bonito edificio clásico del siglo XVIII, obra del conocido arquitecto Juan de Villanueva.



  Por desgracia, en los últimos tiempos la institución ha estado más en boca de todos por las (aunque escasas) ciertamente patéticas biografías apadrinadas por su escudo, como la recientemente rectificada del no-dictador Francisco Franco, que se pueden leer en la que debería ser una de las obras señeras de la institución, el Diccionario Biográfico Español. Esta publicación resume un poco el que, en mi modesta opinión, es el problema más acuciante de la Real Academia de la Historia: aunque sus iniciativas son loables, ambiciosas y necesarias (algunas, como el Gabinete de Antigüedades, son espectaculares), sus resultados suelen ser extraordinariamente anticuados (¿cómo no contemplar haber publicado el DBE en Internet en vez de en pesadísimos tomos impresos?), con una organización de materiales muy discutible, coronado todo ello -para no variar en el país de la ausencia de responsabilidad pública- con enormes carencias en el control de calidad de los proyectos que se publican. 




 Por lo que respecta a la biblioteca, guarda todo el sabor de los espacios de bibliofilia clásicos, con una sala de lectura muy agradable y donde el trato dispensado por los trabajadores a los investigadores siempre es muy cordial y generoso. Lo peor es que los esfuerzos por modernizar la investigación, aunque han llevado a producir un catálogo en línea magnífico y a tener digitalizada gran parte de sus fondos (sobre todo la archifamosa Colección Salazar y Castro, también catalogada en esta base de datos), a veces se limitan con medidas tan discutibles y poco razonables como, por ejemplo, que haya que consultar tales digitalizaciones en los ordenadores de la institución, y no en el particular de cada investigador; y, sobre todo, que no haya wifi para los investigadores (aunque sobre este aspecto del wifi en España es tal mi cabreo que le dedicaré en el futuro una entrada especial).


  El asunto que me llevó hasta Huertas antes del tapeo con los amigos es uno más de aquellos sumarios de crónicas medievales de los que ya hablé en la anterior entrada. En esta ocasión, me interesé por un manuscrito del siglo XV que contiene una obra conocida por el título de Historia anónima de los Reyes de León (BETA, Manid 5566)


  
  A falta de ulterior examen más profundo, parece evidente que nos hallamos ante una más de las refundiciones de la General Estoria de Alfonso X el Sabio, obra bien conocida y que, en la actualidad, está siendo objeto de un excelente proyecto de digitalización y codificación conforme a las Humanidades Digitales en la Universidad de Birmingham. El resumen redactado en este códice medieval de la Real Academia matritense narra los principales sucesos acontecidos durante el gobierno de los monarcas del reino de León entre los siglos X y XI, desde Alfonso IV hasta Bermudo III. El copista añadió bastantes notas marginales al texto, un aspecto literario que aumenta más, si cabe, el interés de editarlo en el futuro.




  Además, el otro motivo por el que interesarían tanto una digitalización de la obra como su edición crítica sería el de preservar su conocimiento a generaciones futuras. Desgraciadamente, algunos de sus folios están muy deteriorados por el uso escriturario de tintas conocidas con el nombre de ferrogálicas, ya que se obtenían mezclando, entre otros ingredientes, vitriolo y sulfato de hierro. Este tipo de tinta fue muy utilizado durante la Edad Media y el Siglo de Oro porque, una vez escrito, resistía el agua con firmeza y no era, por lo tanto, borrado si el documento se mojaba. Sin embargo, el paso del tiempo provoca un efecto devastador de las tintas ferrogálicas, porque su gran poder de corrosión destruye el papel y el pergamino en el que fueron usadas, como este ejemplo del manuscrito de las crónicas leonesas nos muestra.


  
  En fin, se trata de una obrita muy digna e interesante, que espera algún voluntario que la rescate del olvido para preservar toda su riqueza a las generaciones del futuro. Y por supuesto, también es un motivo para pasar una agradable jornada de trabajo en Madrid aderezada con el tapeo y los amigotes en la Plaza de Matute. Ya estoy deseando que llegue el siguiente códice y la siguiente ronda.

martes, 31 de marzo de 2015

Manuscritos medievales hispánicos en Inglaterra: dos crónicas en Manchester y en Birmingham

  Por desgracia, en febrero no pude escribir mi entrada mensual de este blog, puesto que dediqué todo el mes a preparar mi comunicación para el III Congreso Internacional sobre el Cancionero de Baena, celebrado en la coqueta villa cordobesa, donde nos reunimos para estudiar el famoso cancionero de Juan Alfonso de Baena, la primera recopilación de poesía castellana que se ha conservado. El manuscrito, con preciosa caligrafía cortesana, está datado en el primer cuarto del siglo XV y, además de poderse consultar en Internet, en la página web de la Biblioteca Nacional de París, donde se conserva, se puede comprar ahora en una magnífica edición facsímil, editada por el Centro de Estudios Juan Alfonso de Baena y con un precio bastante asequible para lo que suelen costar tales ediciones.

  
  Escribir mi comunicación y presentarla me absorbió casi por completo, incluidos los últimos días de cada mes que es cuando me suelo dedicar a hacer balance de los temas que he tratado para hablar de ellos aquí en el blog. El congreso estuvo muy bien, con una organización exquisita y unas sesiones plenarias realmente magistrales; pero sobre todo, me llamó la atención la participación de muchos jóvenes estudiantes con comunicaciones muy trabajadas y que aportaron cosas muy interesantes, demostrando así que el relevo en los estudios de cancioneros está asegurado.


  Después de acabar el frenético trimestre de clases de invierno en Inglaterra, estoy aprovechando estos días pascuales sin clase y sin actividades docentes para ocuparme de la investigación. Me he propuesto dejar acabado durante este mes el proyecto en el que anduve trabajando desde octubre del año pasado. Me dediqué a localizar manuscritos hispánicos poco o nada conocidos localizados en tierras británicas, en otras bibliotecas que no fuera la bien trabajada British Library, cuyos fondos en español ya han sido objeto de varias y diversas catalogaciones.


   En principio, quería centrarme solo en la magnífica John Rylands Library de Manchester, de cuyos tesoros manuscritos ya hablé aquí. Solicité varias becas para digitalizar algunos de sus códices y tuve la enorme suerte de recibir el apoyo del Programa Hispanex 2014 para acometer la primera fase del proyecto (ojalá pueda lograr más financiación en el futuro para acabarlo por completo). Así, lo que he estado desarrollando con la ayuda del citado Programa Hispanex es la descripción técnica de los manuscritos siguiendo unas normas más modernas que la de la antigua catalogación de que disponíamos: la efectuada en 1921 por Moses Tyson, venerable archivero de la citada institución. Este trabajo, a pesar de su vetustez, todavía es de bastante utilidad, así que hasta que mi investigación esté disponible para todos en la base de datos PhiloBiblon, y en espera de que las conclusiones de este proyecto sean presentadas de forma académica en el próximo Congreso de la Asociación Hispánica de Literatura Medieval, aquí os dejo el artículo de Tyson por si alguien está interesado en él. No hay tópico más querido por los medievalistas que el de Bernardo de Chartres acerca de que somos enanos en hombros de gigantes, y en este caso mis propias conclusiones serán, por supuesto, siempre deudoras de las de este pionero.




  Como avance del proyecto, puedo presentar en este blog los dos resultados más destacados de mi pesquisa. El primero es una crónica medieval castellana conservada en la John Rylands Library y que ya fue descrita y catalogada por Tyson. Su signatura (es decir, el localizador alfanumérico que todo libro lleva y que sirve para saber dónde está exactamente colocado en la biblioteca) es Ms. Spanish 1. 


  Tras examinar detenidamente sus casi 700 folios (que hacen necesario una cerradura de hierro para poder abarcar toda la encuadernación), confío en que se trate de una versión en castellano de la famosa crónica latina De Rebus Hispaniae atribuida a Rodrigo Jiménez de Rada, Arzobispo de Toledo, obra que habitualmente se conoce con el nombre de Toledano romanzado. En la base de datos en que trabajo, PhiloBiblon - BETA (Bibliografía Española de Textos Antiguos), cada uno de los textos tiene otro localizador numérico (Texid) para distinguirlo de los demás (en este  caso, BETA Texid 2585). Cuando digo en que confío en que sea este texto es porque todas estas crónicas medievales tienen muchísimas interpolaciones, añadiduras y manipulaciones, tal como se puede apreciar simplemente en las indicaciones escritas en el voluminoso lomo de la encuadernación.


 Poco después, documentándome para intentar descifrar el verdadero galimatías de la filiación de todos estos manuscritos, leí este artículo de Manuel Hijano, profesor de la Universidad de Durham, y este otro, de Aengus Ward, profesor de la Universidad de Birmingham. Ambos me guiaron en dirección a otro códice similar al de la Rylands Library, localizado en Birmingham, que presenta una de las versiones más antiguas del texto cronístico titulado Estoria del fecho de los Godos (BETA, Texid 1211). 


   Aunque la signatura y la localización ofrecidas por Hijano no concuerdan, creo que se trata del mismo manuscrito que hoy se alberga en la Cadbury Research Library con la signatura MS326. Se trata de un magnífico ejemplar, con una soberbia encuadernación renacentista de piel castaña y hierros en seco.


  La única lástima de este códice es que le falta el folio inicial y algunos de los folios finales, pero por lo demás es un ejemplar con un buen estado de conservación. En definitiva, espero poder presentar en el citado congreso de la AHLM un trabajo completo con la descripción de ambos según los criterios de PhiloBiblon, más las relaciones entre los dos y, sobre todo, desgranar cuál o cuáles de los muchos textos cronísticos medievales hispánicos contienen. Deseadme suerte y ya os contaré qué tal va ;-)

sábado, 31 de enero de 2015

#Insoliteces (I): dos poemitas castellanos inéditos en un impreso latino de la Biblioteca de la Universidad de Barcelona

  Tanto en la página web de PhiloBiblon como en el perfil de Facebook  del mismo proyecto acaba de aparecer la noticia que paso ahora a comentar aquí. Las bibliotecarias de Reserva dela Universidad de Barcelona, mientras estaban registrando con detalle marcas de propiedad y otras anotaciones diversas, encontraron dos poemas castellanos del siglo XVI, copiados a mano entre los folios de guarda de un impreso de 1563. El ejemplar, con signatura topográfica M-5137, reproduce unos comentarios latinos al profeta Isaías por parte del teólogo belga Adam Sasbout (1516-1553). El libro lo imprimió Johan Graphei en la ciudad belga de Amberes, que en aquel entonces, en 1563, contaba con una notable presencia de españoles en sus calles, tal como ya me referí en otra anterior entrada de este blog. 


  Mi colega Gemma Avenoza, la experta en Biblias y manuscritos medievales a quien me atreví a reseñar hace tiempo, se puso en contacto conmigo para la edición de los poemitas que habían aparecido en las hojas de guarda de este impreso. El primero de ellos es este:


El poema fue catalogado ya por Brian Dutton (ID 4963) en su monumental obra El cancionero del  s. XV:  c. 1360-1520, al hallar el mismo poema, con el título de Acabarse am mis plazeres, en uno de los cancioneros musicales portugueses del primer cuarto del siglo XVI. La versión encontrada en el impreso antuerpiense custodiado en Barcelona parece, desde luego, una traducción al castellano de este texto original en portugués.

El texto editado por mí dice así:

  Acabarse han mis placeres
si me voy yo d’esta tierra.
¡Ay, mi Dios! ¿Quién me destierra?
Mis ojos nunca tendrán
otro descanso mayor                                        5
que es llorar con dolor
la vista que perderán.
Mis entrañas se abrirán
con tan justa y cruda guerra…
¡Ay, mi Dios! ¿Quién me destierra?                 10

  Como es frecuente en la crítica textual, utilizo la cursiva para indicar la reconstrucción de una letra o de cualquier elemento gráfico que está ausente en el original. Por ejemplo, si quiero que todo el mundo entienda el 'an' del primer verso, le añado una hache que no tiene en el original (en el Siglo de Oro no había aún regularidad en el uso de las haches, es normal, no es una errata). También subsano lo que puede ser una pequeña errata en el v. 9, pues en el original se lee 'gerra"; por eso, reconstruyo la 'u' que falta pero la marco en cursiva para que todos los lectores entiendan el texto y se percaten de que algo falta en el original. Debajo del poema, tal como puede verse en la imagen, se encuentra esta nota: A 18 de febrero empecé [a] dezir misa. Es una anotación personal de, me atrevo a sugerir, un antiguo posesor del libro, aunque no hay ningún dato que nos permita certificarlo con seguridad.

  La otra composición encontrada en el impreso latino de la Universidad de Barcelona es esta:


  Se trata de un soneto, Mi ofensa es grande, séalo el tormento (BIPA, Texid 12979), atribuido a un casi desconocido poeta del Siglo de Oro, el Padre Pedro de Tablares. Fue identificado por la profesora Avenoza gracias a la existencia de otra fuente del mismo texto encontrada por el profesor RalphDiFranco (Denver University), miembro del equipo de BIPA (Bibliografía de la Poesía Áurea). Las variantes textuales que presenta este texto con respecto a la fuente descrita en BIPA bien podrían indicar que el copista estaba haciendo un ejercicio de memoria, pues yerra en la colocación de algunas de las palabras, algunas rimas son irregulares y le falta un verso al soneto, en el último de los tercetos. Por estos motivos, editar este poema con cierto sentido para que pudiera ser leído me llevó más tiempo que el primero, ya que tuve que considerar todas estas dificultades. La versión final es esta:

  Fue grande la ofensa, séalo el tormento,
mas… ¡ay, tu desamor no me atormente!,
¡Ó, buen Jesús!, que de tu gracia ausente
pensarlo mata… ¿qué hará el sufrimiento?

  Tu cruz, tu sangre [y muerte] te presento,                             5
¡ó, ricas prendas de la pobre gente!
¿Permitirá tu amor divino, ardiente,
que tales esperanças llev’el viento?

  Mas triste de mí, que ya no miro
si tu bondad me salva o me condena:                                      10
tu honra lloro y por tu amor sospiro;

la honra satisfaz con cualquier pena
la culpa quita y quedaré libre d’ella.
[…………………………………]

Justo debajo de este poema se halla la anotación manuscrita en latín:

  Nihil bene cernit amor, videt omnia lumine caeco. Credit amor caecus dedecus esse decus.

  Se trata del conocido tópico de la ceguera del amor, que primero fue utilizado por Ovidio (Heroidas V.51) y más tarde por Andrés el Capellán en su tratado amoroso de tanto éxito en la Edad Media.


  No obstante, como indica el profesor Charles Faulhaber (University of California, Berkeley), es mucho más probable que el anónimo copista de estos poemas haya reproducido el tópico tomándolo del conocido sermonario de Pierre de la Palud, Sermones thesauri nouide tempore (Colonia, 1602, p. 347), que conoció diversas ediciones a lo largo de los siglos XV y XVI.

  Me despido de todos desde la Biritsh Library; quién sabe si podré encontrar algunos de estos pequeños poemas, alguna otra de estas insoliteces de mi investigación que quiero compartir con vosotros en este blog.




miércoles, 31 de diciembre de 2014

Adiós 2014, a todos sus mamporreros, con breve apéndice sobre (de nuevo) el exilio

  Mientras que espero esas doce irreparables campanadas del poema de Borges (que puedes leer completo aquí), me dispongo a cerrar el 2014, un año muy complicado y difícil tanto en lo personal como en lo académico que, además, acaba con un regusto amargo. Precisamente el año pasado por estas fechas escribía una entrada parecida en ánimo y voluntad a la actual, en la que daba a conocer las últimas novedades que me habían publicado. Este año, aunque de nuevo he recibido algunos artículos y colaboraciones, no tengo ganas de explicarlo. Tal es el nivel de mi hartazgo de las editoriales españolas que he decidido dejar de publicar con ellas, al menos mientras que sean unos auténticos chapuzas como los últimos que he tenido la desgracia de padecer. Pido disculpas de antemano a los editores que puedan leer esto; estoy seguro de que los hay buenos, pero mis experiencias en los últimos años han sido lamentables y tristes. Se dedican a editar libros porque conceden subvenciones; si vender estiércol diera más dinero que vender libros, se olvidarían de los libros y se centrarían en el estiércol. Así que la única solución que se me ocurre es si a ver entre todos lo hacemos subir de precio para quitarnos de encima a estos mamporreros jodetextos.


  Así pues, mencionaré en este cierre año sólo una reseña de reciente publicación en la Revista de lenguas y literaturas catalana, gallega y vasca que edita la UNED. Se trata de una edición del clásico medieval de la literatura catalana de Bernat Metge, Lo somni, con una traducción magnífica al inglés efectuada por Antonio Cortijo y por Elisabeth Lagresa. Al margen de su importancia literaria, si acepté hacer la reseña de este libro sin ser un especialista en Metge, al margen de la osadía reseñadora a la que ya me referí, es porque es un personaje que siempre me ha parecido interesante, con una vida azarosa y llena de episodios oscuros, como el de haber estado muy posiblemente implicado en la conspiración política que acabó con la muerte de Juan I de Aragón en 1395.

  Al margen de esta reseña, con la que pongo fin a la parte académica de este año 2014 (al menos la que puedo referir sin que me salgan sapos y culebras por la boca), he de volver a referirme al asunto que ya traté en la entrada anterior. Durante mi visita a Edimburgo, tomé plena conciencia de los miles de españoles obligados a buscarse la vida lejos de su hogar, dentro de un proceso de emigración por causas económicas, o de otra índole, que recuerda precisamente al exilio posterior a la guerra civil española del siglo XX. En los días finales de este 2014 surgió un artículo de Ramón Espinar que suscitó cierta polémica, al equiparar la marcha de estos millares de españoles con un concepto, el de exilio, que en general se suele utilizar para otros contextos, más relacionados con una marcha masiva de capital humano por razones más políticas que económicas. Es evidente que hay cierta provocación por parte del autor, pero lo que se pretende es precisamente visibilizar un fenómeno inaudito y que nos va a lastrar el futuro muchísimo más de lo que se percibe en el día a día: no hay país que pueda soportar tamaña fuga de personal cualificado sin que su economía y su devenir se resienta enormemente.


  Por si fuera poco, a contribuir todavía más al candente tema de lo que yo, en la entrada anterior, había denominado como "fuga de estómagos cualificados" más que "fuga de cerebros", llegó la salida de tiesto del típico bocachancla hispánico respecto al tema del éxodo. Le cupo en suerte ocupar tan triste papel al presidente del mayor organismo de investigación en España, al que de forma coloquial llamamos por sus siglas: CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas). Emilio Lora-Tamayo d'Ocón, que, como se explica en este artículo, viene de aquellas escasas familias que comieron caliente durante los cuarenta años de ignonimia dictatorial, vino a decir que la llamada fuga de cerebros de España es una leyenda urbana exagerada.


  Nadie que tenga dos dedos de frente puede negar la evidencia de los datos no solo de la pérdida de población activa en España, sino también de que el porcentaje de estudiantes que habrán de emigrar si quisieran continuar sus estudios es cercano al 80%. El delito, si cabe, es mucho mayor si se preside el organismo científico español más damnificado por esta pérdida de investigadores. Pero como a los mamporreros sólo les interesa su salario, sus prebendas y no morder la mano política que les da de comer, aquí el mamporrero del CSIC está más ocupado en ladrar a los medios la verdad que le dicta su amo y en indagar con qué tipo de argucias legales puede cumplir con su mandato. Razones de más para hacer poco caso de estas marionetas, personajes de ópera bufa, que no merecen la atención de casi nadie por muy rimbombantes que sean sus títulos y sus siglas.



  Estas absolutamente estúpidas declaraciones han desencadenado una curiosa reacción. Desde la página web de la ACCTE (Asociación para el avance de la Ciencia y la Tecnología en España) se ha animado a todos aquellos aventureros y espíritus inquietos con ganas de viajar fuera de España para investigar que se hagan una foto con este bonito cartel.

  Así que aquí estamos, despidiendo el año desde el exilio, junto a todos los demás. Que el 2015 os sea muy propicio y provechoso.


domingo, 30 de noviembre de 2014

#Bibliotecas (II): National Library of Scotland. Edimburgo, capital de la España exiliada

  El éxodo de jóvenes (y no tan jóvenes) españoles para encontrar el trabajo que las atroces políticas económicas de sus (des)gobernantes les niegan es, sin duda alguna, uno de los temas más importantes en la sociedad española de comienzos del siglo XXI, motivo de su abrumadora presencia en prensa, radio, televisión e Internet. Iniciativas como el reciente blog Desde todas partes (que enlazo aquí por haber aparecido en un medio de comunicación en contra del obsceno canon AEDE del que hablé en la anterior entrada), solo son la parte mínima dedicada a darle publicidad a este problema que amenaza con hacer de España un país empobrecido hasta límites que yo personalmente jamás pensé que vería con mis propios ojos. La lacra del desempleo afecta a todos los niveles, y al contrario de lo que contaminan voceros y paniaguados del régimen, no hay asomo de solución ni luz al final del túnel ni brotes verdes que no sean, al decir manriqueño, sino verduras de las eras


   El desempleo afecta a todos por igual, tal como indica este riguroso estudio estadístico; bueno, mejor dicho, afecta más a las mujeres que a los hombres (el tan clásico como repugnante desequilibrio machista de esas sociedades supuestamente modernas occidentales) pero también a mano de obra sin cualificar como cualificada. No hago distingos personales entre unos y otros: es lamentable en los dos casos, pues debería de haber trabajo para el humilde jornalero y para el doctor experto, pues la aportación de ambos es de igual forma vital para la sociedad. Sin embargo, precisamente el hecho de que la mano de obra titulada y con estudios no encuentre salida laboral adecuada es, sin más análisis, el causante de esta inmensa crisis que se percibe
en España a través de las diferentes mareas de protesta y de los movimientos sociales y políticos emanados del 15M. Y, por supuesto, es asimismo el motivo del efervescente ascenso de formaciones como Podemos, que están sabiendo canalizar mejor este abrumador desasogiego vital de la sociedad en general que la ignorancia (cuando no desprecio) del común mostrado desde siempre los ahora repentinamente más envejecidos que nunca partidos políticos de sesgo burgués.

  La relación entre este descontento y la ausencia de trabajos cualificados creo que la ha explicado Daniel Bernabé de manera inmejorable en este artículo. Me identifico con esta descripción porque, al igual que él, yo también soy otro niño del extrarradio de Madrid criado en el seno de 
esa generación de trabajadores incansables que eran hijos de campesinos que acabaron en la gran ciudad buscando un futuro mejor. Cómo en la bendita transición se les dijo que se olvidaran de esas aventuras de la revolución, que ellos, a lo mejor, podían estar apretando tornillos toda su vida, pero que sus hijos tendrían un porvenir, una carrera. Podrían ser médicos, abogados, lo que quisieran. Y ya ven los resultados del acuerdo.
    La farsa en que ha derivado esta situación roza el esperpento. Como tantos casos, al final de nuestros estudios, que tanto esfuerzo costaron a nuestras familias, no había más que la precariedad, la nada, o el exilio. La consiguiente desilusión queda sintetizada de manera extraordinaria en esta pancarta que he visto en alguna de las manifestaciones populares de los últimos años.


   Siempre que sale este tipo de conversación con mis amigos y familiares, insisto en que la emigración forzosa no es de ahora, es un proceso que abarca todo el siglo XX y que hunde sus raíces mucho más atrás. La emigración por motivos políticos al final de la Guerra Civil es la más conocida y sobre ella se han escrito decenas de estudios. El motivo de aquel exilio es sin duda vituperable y contribuye, incluso en la actualidad, a ennegrecer nuestro futuro. Pero, al mismo tiempo, la masiva huída de españoles por razones políticas ha ensombrecido la de todos aquellos que, en los años de hierro del franquismo, tuvieron que hacer lo mismo por motivos más prosaicos: ganarse la vida por una idéntica a la actual falta de empleo en aquella España dictatorial exprimida al máximo por el bando vencedor. La mitad de mi familia, sin ir más lejos, tuvo que emigrar a Francia, Alemania y Bélgica, y no por razones políticas, sino económicas: los barones y empresarios franquistas se forraban a costa de matarlos de hambre y hacerlos trabajar como animales, que es exactamente el clima que retrata de forma impecable la deliciosa película de Carlos Iglesias, Un franco, 14 pesetas. Más tarde, la Transición de la timocracia bipartidista fue solo un espejismo útil mientras que los terroristas financieros de siempre pudieron especular antes de la llegada de la unión monetaria a Europa. Tras ello, de vuelta al déficit estructural de la economía española: no crear más que codicia y usura con unas políticas empresariales obsoletas que solo premian la acumulación patrimonial, la ocultación de monetario y la evasión de impuestos. La crisis global del capitalismo solo ha agravado y multiplicado los perniciosos efectos de este mal que no es de ninguna manera coyuntural en nuestro país, sino estructural. Por lo tanto, en España no hay una fuga de cerebros; es una fuga de estómagos, cualificados si se quiere, pero los portadores de tales cualificaciones seguimos llevando nuestros estómagos a otra parte por la misma razón que hace cien años: para poder llenarlos de alimentos. No se emigra porque se gane MÁS dinero, sino que se emigra porque es la única posibilidad de ganar ALGO de dinero. Yo mismo tuve que hacerlo en 2002, poco después de que aquel hablistán del bigotito autoritario pero no totalitario se ufanase de que España iba bien. Y, tras un breve regreso, no me quedó más remedio que emigrar de nuevo en 2005, cuando según la otra marionetilla milagrera cejicurva estábamos a punto de entrar en la chanpionlij de la economía. De la barbuda vergüenza posterior surgida de las babas y de los hilillos no hablemos más, mejor lo dejamos aquí.

  En resumidas cuentas, cada día los medios se ven salpicados de noticias como la de que un equipo puntero de la investigación contra el cáncer se va a ver mermado porque la mitad de sus miembros engrosará las filas del paro. Y lo peor es que la solución está lejos, lejísimos, casi tanto como la distancia que hay entre la vana palabrería de este señor con corona, que dice estar preocupado porque España no se puede permitir la fuga de jóvenes talentos, y la historia real (multiplicada por decenas en la actualidad) de esta joven científica talentosa, que atiende al nombre de Nuria Martí Gutiérrez y que fue despedida por un ERE del centro de estudios científicos que lleva el nombre del preocupadísimo señor pre-coronado.



  También en estos días he tenido conocimiento de la última incursión cinematográfica de Icíar Bollaín, dedicada precisamente a este mismo asunto: el forzoso exilio de jóvenes españoles. Reconozco que soy poco cinéfilo en general, aunque trabajar con medios audiovisuales para mis clases me ha hecho algo más aficionado al Séptimo Arte en los últimos años de lo que lo era antes. Y ella ha desempeñado un papel favorable en este gusto mío por el cine, pues todos sus trabajos detrás de la cámara me parecen estimulantes en grado sumo, al estar totalmente al margen de la burda pretenciosidad narcisística-gafapasta que tanto gusta en las butacas patrias, y por supuesto lejos de la chabacanería del género estrella aunque oculto del cine español: la comedia involuntaria. El encanto cultural y visual de su cine me ha parecido muy notable, muy por encima de la media, tanto en los filmes que me han gustado muchísimo (Te doy mis ojos, por ejemplo, que me parece una auténtica obra maestra) como en los que me han gustado bastante menos, a saber, También la lluvia o Katmandú. El documental de próximo estreno se titula En tierra extraña y, desde luego, el avance (desterremos, por favor, el absurdo anglicismo trailer) hecho para promocionar la obra promete emotividad, realismo y compromiso político a partes iguales.


  También he visto esta entrevista para Otra Vuelta de Tuerka (sic), cinéfilamente interesante, pero en otros aspectos bastante pobre, en mi modesta opinión, para el alto nivel intelectual que poseen tanto entrevistador como entrevistada; en especial, me parece una boutade absoluta hacer a Cristóbal Colón el abuelo del neoliberalismo, dando por buena esa primera página de la obra de Howard Zinn cargada de prejuicios apriorísticos que cualquier buen historiador debe dejar al margen. Pero regresando al avance cinematográfico ya visto, me impactó especialmente la cifra de que 20.000 españolitos vivían en Edimburgo (incluido uno de mis familiares, mi prima Bea). La ventaja de vivir en el noroeste de Inglaterra, como ya indiqué, es que estoy más o menos a la misma distancia en tren (directo, sin transbordos) de la capital inglesa que de la escocesa. Al mismo tiempo, me urgía tratar de consultar un impreso del siglo XVI para un artículo que estaba entonces acabando. No había podido encontrar un ejemplar de ese libro en la biblioteca con fondo antiguo que más visito, la John Rylands de Manchester, pero sí tenían copias de él en la British Library y en la National Library of Scotland. Así que, puestos a elegir entre Londres y Edimburgo, me animé por todo este cúmulo de circunstancias que comento, sobre todo el documental mencionado, y me dispuse a hacer un viaje relámpago a la ciudad del Forth para pasar el fin de semana y seguir mi tónica habitual de mezclar negocios académicos con placer cervecero

  El periplo a Edimburgo comenzó con el ritual acostumbrado de mis viajes en tren por Gran Bretaña, esto es, profiriendo varios y sonoros exabruptos carpetanovetónicos en recuerdo de la familia de todos los políticos y electores británicos que, con sus votos desquiciados y sus corruptelas habituales, acabaron privatizando la red de ferrocarriles que antaño fue la más efectiva del orbe. Desde entonces, en este país se disfruta no solo de vagones sucios, incómodos y diseñados por un equipo de ingenieros intoxicados por fumar colas de batracios, como el Guarrolino (cualquier parecido de esto con la realidad es ciencia-ficción), sino también de las tarifas más caras de toda Europa. Sumemos a todo esto los típicos extras de la sociedad más clasista del universo, como el carricoche con porquería de comida y bebida (si no tienes pasta para comer, te jodes y bailas), o el wifi carísimo solo para los multimillonarios (o los que estafan a sus empresas) que van en primera clase. Menos mal que los paisajes son agradables y que, desde luego, la ciudad es absolutamente espectacular desde que uno ve las murallas del castillo ya llegando a la estación de Waverley.


  La biblioteca, céntrica y a tiro de piedra de la famosa y turística Royal Mile, también deparó la sorpresa agradable de tener una terraza exterior con sillas y mesitas para tomar café, elemento nada típico en el corazón de Midlothian pero propiciado por este inusualmente benigno invierno británico de 2014 que estamos viviendo. Precisamente en la cafetería de la biblioteca tomé mi primer contacto con la realidad emigrante: la cajera y el camarero eran españoles, como sucedió con los empleados de casi todos los bares y restaurantes que visité.


  Tras adquirir el consabido carnet de investigador, la sala de consulta de manuscritos y libros raros estaba situada en el piso de arriba. El espacio de trabajo es muy agradable: la sala estaba bien equipada y, sobre todo, muy concurrida, en especial si se tiene en cuenta que era un sábado por la mañana temprano y que el sol no es algo que precisamente se vea demasiado por estos pagos a las alturas de noviembre que estábamos.


Uno de los aspectos que más denota el cuidado con que se toman la conservación de los ejemplares en esta biblioteca se encuentra en que todas las mesas de consulta dispogan de estos atriles sintéticos, pensados para que los libros reposen en ellos y así ni la encuadernación se dañe ni los folios internos se descosan por abrirlo demasiado, pues tal riesgo suele ser frecuente cuando se trabaja con libros impresos hace más de cuatro siglos.



 Ya metidos en harina, el primero de los libros que consulté fue un ejemplar del Cancionero general de Hernando del Castillo del año 1573, la obra a la que dediqué mi tesis doctoral y mi primer libro. Por desgracia, mi muy modesto conocimiento de la poesía de finales del siglo XVI no me permite profundizar demasiado en esta edición, que cuenta con valiosos poemas añadidos al final. Son las primeras, las impresas en Valencia (1511 y 1514) y Toledo (1517, 1520 y 1527), las que mejor conozco, pues en ellas se recopila toda la poesía de finales de la Edad Media. Lo curioso del caso es que el elegante tomito que veis abajo fue publicado para aprovechar la demanda de lectura creada por otros españoles en tránsito europeo, tal como los que hoy emigran a Edimburgo: aquellos que habían establecido a fines del XVI su residencia en la hoy ciudad belga de Amberes (donde se imprimió este libro), durante aquellos años de la conocida hegemonía hispánica en Flandes, tal como se puede apreciar en su famoso y literal ayuntamiento.



   Mi interés por esta obra se debe a que estoy trabajando en una futura publicación impresa y una base de datos que tiene como objetivo crear un censo comentado de todos los ejemplares que han llegado a nuestros días del Cancionero general. La primera muestra de esta investigación acaba de salir publicada en este libro, editado por el Seminario de Estudios Medievales Hispánicos en homenaje a mi maestro norteamericano, Charles B. Faulhaber. Por este motivo, cada vez que voy a visitar una biblioteca de fondo antiguo, lo primero que hago es averiguar si tienen ejemplares del Cancionero general; y, si así sucede, los examino a fondo para mi censo, buscando huellas que pasados lectores hayan podido dejar, tales como anotaciones, glosas marginales, a veces tachaduras y expurgos de la censura inquisitorial de libros, para intentar comprender mejor cómo leían esta obra los lectores de la época. El ejemplar escocés, sin embargo, no ha presentado ninguna novedad a este respecto: está muy bien cuidado y en un excelente estado de conservación, pero no hay nada relevante para mi investigación, salvo haber examinado de primera mano un ejemplar más que anotar en el censo.




 El poemario que sí había venido a consultar específicamente lo escribió, curiosamente, un político, gobernador de Baza en los años iniciales del siglo XVI, que tenía aficiones poéticas. Se llamaba Francisco de Castilla y se había criado en la Corte de los Reyes Católicos como hermano de leche del príncipe Juan, el malogrado heredero de los reinos de Castilla y de Aragón. Hacia 1518, Francisco dedicó al todavía por venir Carlos I de España una obra, llamada Teórica de virtudes en coplas, con comentarios añadidos en prosa, que pretendía ser una especie de espejo de príncipes en el que ofrecer buenos consejos al imberbe gobernante para aquilatar la asunción de poderes que estaba a punto de suceder. La importancia del texto estriba en que, una vez desaparecidos los últimos monarcas Trastámara, por primera vez se ofrece un juicio positivo de la figura del rey castellano Pedro I, enemigo de Enrique II de Trastámara. También influye el hecho de que los Castilla, el linaje de Francisco, sean descendientes por vía ilegítima de aquel monarca cruel para unos, justiciero para otros. Como tal vez el lector pueda ya entrever, se vislumbra en estos versos de arte mayor castellano otra de las constantes repetidas en la Historia de España: las dos Españas machadianas, los dos polos opuestos que esquilman los recursos de todos en pos de su enfrentamiento compulsivo. Los tiempos de larga duración, tal como los definió Braudel, presentan estas a veces sorprendentes concomitancias. 




  Cuando acabé de consultarlo me llevé otra sorpresa: se trataba de un volumen facticio, es decir, de varios impresos que han acabado juntos en un mismo libro simplemente porque en algún momento de su devenir alguien ha decidido encuadernarlos juntos. Por lo tanto, al lado de esta obra de Francisco de Castilla figuraba un ejemplar de los tratados de Séneca traducidos al castellano y publicados en 1530.



  Así fue cómo finalizó mi viaje a la capital británica de la España exiliada, donde pude encontrar a centenares de mis compatriotas trabajando, por suerte, en todas partes, una ciudad en la que a cada paso que se da resuena una conversación en español. La ventaja agradable, al menos para quien suscribe, es que los domingos se puede comer paella valenciana auténtica en el Stockbridge Market. Prometo que volveré y esta vez llevaré el estómago vacío para degustarla allí, puesto que hacerlo en España cada día está más complicado. Por lo que respecta a la parte académica del viaje, nada mejor que finalizar con la anotación que un lector de las obras de Séneca encontradas inesperadamente realizó al final de este ejemplar. A mí también.