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jueves, 26 de diciembre de 2013

El cierre de un año cualquiera de investigación cultural

  Además de los tradicionales buenos propósitos para el año próximo que nos son comunes a todos, los profesores, durante el mes de diciembre, solemos compaginar la búsqueda de nuevos objetivos con la recepción de algunos trabajos publicados. Las editoriales se apresuran a cerrar para su venta volúmenes ya comprometidos con anterioridad, así que, casi siempre, en los días finales del año toca recibir ejemplares de libros impresos y/o separatas de artículos.

  En mi caso concreto, he recibido de forma reciente tres. El primero es mi contribución al XIX Congreso de Historia de la Corona de Aragón, celebrado el pasado año de 2012, que tenía como objetivo conmemorar el 600 aniversario de un acontecimiento fundamental en la historia de España, como fue el Compromiso de Caspe (1412). Un resumen muy básico de aquel suceso es que la monarquía aragonesa se encontraba en pleno período que llamamos Interregno, puesto que en 1410 la muerte de Martín I sin sucesores directos provocó la ausencia de un claro heredero. Así, la asamblea de Caspe fue básicamente que unos compromisarios del reino decidieron elegir al mejor candidato posible para ser rey, que resultó ser un infante castellano, Fernando el de Antequera (llamado así por haber conquistado esta ciudad dos años antes), que fue coronado como Fernando I de Aragón. Pero casi mejor que escuches el relato que el propio monarca hace de aquellos momentos en este simpático vídeo


  Esta llegada de un Trastámara castellano al trono aragonés acabaría posibilitando la unión dinástica de finales del siglo XV, pues Fernando I es abuelo de los Reyes Católicos, Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón. Tal vez por este hecho, y quizá también por la brevedad de su reinado (apenas cuatro años, pues murió en 1416), es un rey que suele ser bien tratado por la historiografía. Sin embargo, desde mis años de estudiante he tenido bastantes reticencias hacia su figura: no creo que haya un monarca medieval hispánico con tanta y tan abundante "buena prensa", capaz de minimizar sus errores (cuando no de echarle la culpa a otros o a otras) y exagerar sus aciertos. Mi trabajo (que puedes leer o descargar aquí) en estas actas del congreso (que puedes leer completas o descargar aquí) pretende mostrar algunas de estas acciones propagandísticas favorables a su figura, como por ejemplo su calculada ambigüedad en la política relacionada con judíos y conversos, que muchas veces es solapada por cronistas afines a su causa. El de los conversos es uno de los ámbitos en que más estoy interesado y en el que centro gran parte de mi investigación. Me refiero a los cristianos de origen judío, ellos o sus familias, que causan a veces tanto revuelo en su análisis, como el profesor Ángel Alcalá nos cuenta:


El otro trabajo que ha sido recientemente publicado tiene también que ver con esta presencia conversa en los cancioneros castellanos, y es la continuación de otro que publiqué en el año 2011 en La Corónica. En realidad, el nuevo (que puedes leer aquí), espléndidamente editado, como siempre, por la editorial Iberoamericana-Vervuert, es la primera parte del publicado en 2011 (que puedes leer aquí), y se dedica a cubrir la presencia de conversos en los cancioneros de la primera mitad del siglo XV. Hubiera sido lógico publicarlos al contrario, pero en realidad están escritos en el mismo año y son complementarios. Ahora ya por fin se pueden leer correlativamente. Quedaría por realizar un tercero, sobre esta presencia en la colección poética medieval más importante de todas, el Cancionero general de Hernando del Castillo (1511), un objetivo para el cual ahora mismo estoy recopilando datos y tratando de encontrar el hilo conductor.

  El tercer artículo es el que más curioso puede resultar al lector actual, puesto que cumple de forma extraordinaria con una de las máximas con las que nació este blog: observar cómo el  pasado histórico y el presente cotidiano no están tan lejos el uno del otro como a priori podría parecer. El trabajo (que puedes leer aquí) está publicado en París por Indigo, dentro de la colección de monográficos sobre conversos dirigidos por Rica Amrán, de la Université de Picardie. Es la edición de un documento escrito por un curioso personaje: Francisco Hernández Coronel, uno de los más importantes financieros y agentes económicos del reino de Castilla entre finales del siglo XV y principios del siglo XVI. En una de las jornadas de trabajo en el Archivo General de Simancas, encontré el memorial que este financiero y poeta converso dirigió a Fernando el Católico con el objetivo de denunciar la dificilísima situación sufrida por su familia, antaño poblada de poderosos banqueros y financieros.



  La verdad es que el documento no tiene desperdicio, pues denuncia algunos malos hábitos en la economía, principalmente el intervencionismo de los Reyes Católicos, que habitualmente siempre salen bien parados, y en este documento no lo parecen. Lo peor de todo es comprobar cómo algunas pautas relacionadas con la economía del siglo XV son fácilmente reconocibles por todos en nuestra realidad actual de caos, descontrol y escasa gobernabilidad económica: en la narración de Hernández Coronel sobresale ausencia de control del gasto público, e incluso el lamento por la imposibilidad de asumir responsabilidades (algo muy clásico en nuestra economía actual). Cuando el texto llega a la autoridades, se dice que hace mucho tiempo que pasaron estas cosas y no se pueden contrastar los datos (el famoso "ha prescrito" de nuestros delitos económicos actuales). Con todo, la noticia más importante, en mi opinión, es que de los testimonios finales de este memorial se deriva una noticia que, hasta donde sé, permanecía inédita: que los dos principales financieros conversos de la época, Hernán Núñez Coronel (padre de Francisco) y Luis de Alcalá, acabaron dando con sus huesos en el alcázar de Madrid, convertido a la sazón en cárcel, por estos delitos económicos. Un escándalo, sin duda, de grandes dimensiones, puesto que ambos se habían convertido al cristianismo bajo el directo patrocinio de Isabel y Fernando, y su caída en desgracia debió de ser sonadísima y muy difícil de aceptar para la monarquía. La verdad es que el panorama que se vislumbra es sombrío, y es algo que pensé inmediatamente después de finalizar de transcribir el documento: quinientos años más tarde, el estado hispánico sigue siendo tan débil como lo era entonces para depurar responsabilidades en lo relacionado con delitos económicos. Todos deberíamos preguntarnos el porqué de esto, por qué motivo somos incapaces de exigir que nuestros políticos legislen y juzguen con mano firme aquellos casos en que el dinero de todos es malgastado y sirve para enriquecer arcas privadas. Una variable tristemente lineal en nuestro devenir histórico. Es algo sobre lo que trataré de reflexionar más a fondo en el futuro.

  Para acabar, estos tres artículos publicados en los postreros días del año tienen otra característica esencial: son los últimos en los que figura mi antigua filiación universitaria. Pero de estas novedades hablaré más adelante. Que paséis unas felices fiestas navideñas, caros lectores, y mis mejores deseos para vosotros en el ya inminente 2014.

martes, 12 de noviembre de 2013

Arzobispos medievales, arzobispos modernos e ignorancia cronofóbica

  Durante estos días una noticia se ha convertido en el centro de las iras en Twitter y en otras redes sociales, al margen de otros medios de comunicación tradicionales. Como tal vez sepas, el arzobispado de Granada, a través de la editorial Nuevo Inicio, ha fomentado la publicación de un libro, escrito por Constanza Miriano y destinado a aconsejar a las mujeres católicas acerca de cómo enfocar su vida amorosa dentro de la institución matrimonial. El opúsculo, que ha sido una de las sorpresas editoriales en Italia, tiene el, a mi juicio desafortunado, título de Cásate y sé sumisa. En principio, lo que me parece vituperable no es tanto el mensaje en sí del título (los católicos, a quienes va destinado el libro, hagan lo que quieran, casarse o no, de forma sumisa, insumisa, o la que más les plazca), sino porque es descaradamente evidente que se trata de algo buscado a conciencia para provocar polémica y recoger los frutos de la publicidad gratuita en forma de ejemplares vendidos.


   Como es frecuente en la sociedad europea en general, y en la española en particular, en las que jamás se afronta la raíz de problema, sino que todo se limita a buscar un cabeza de turco para ponerlo a parir con el único objetivo de aliviar el malestar transitorio, se ha escogido en esta ocasión al arzobispo de Granada, Francisco Javier Martínez, como el monigote al que apalear, en tanto que, al ser presidente de la editorial que publica la obra, se le atribuye la responsabilidad de su edición. Que conste que no lo defiendo en absoluto. Primero, porque con todo el respeto del mundo para los católicos practicantes, nadie pone en duda su libertad para publicar lo que deseen siempre que se lo paguen de su propio bolsillo, no del dinero de todos, que es el que recibe esta editorial a través de subvenciones públicas. Y además, ya en en el caso concreto del susodicho, porque, con independencia de que me parezca que no soluciona ningún problema el apalaearlo públicamente, no voy a conceder ni siquiera el beneficio de la duda a quien ha basado su carrera en el más absoluto desprecio a los que no piensan como él. Este prelado, ejemplo supremo del hablistán hispánico, es muy conocido (y muy premiado) en los últimos tiempos por su onírica verborrea absurda, capaz de echar pestes por igual contra desempleados y funcionarios que decirle a una enferma de cáncer que no se preocupe por morirse porque en el otro mundo no se pagan impuestos, pasando por comparar al aborto con los genocidios nazi y estalinista, o, para rematar, decir que una mujer que aborta da implícitamente permiso a los varones para que abusen de su cuerpo . En fin, que de donde no hay, no se puede sacar, como se ve.

  Al margen de esto, lo que vengo a comentar es algo que sucede con mucha frecuencia en críticas a este tipo de actitudes, un fenómeno al que yo he bautizado como ignorancia cronofóbica: para criticar al arzobispillo de marras o al libro publicado, se ha recurrido de forma sistemática al adjetivo "medieval" para tildar el suceso de negativo, equiparando de esta forma Edad Media con época de oscurantismo y de intolerancia. Esto sucede con bastante frecuencia en las redes sociales, como se puede ver, entre otros, en estos ejemplos que he seleccionado (que no lo tomen como nada personal sus autores, solo reproduzco sus palabras como muestra de lo que pretendo explicar):


  En el caso concreto de la noticia del libro sufragado por el obispillo de marras, hay quien lo ha acusado de no tener en mente otra cosa que regresar a la época de los Reyes Católicos:


 Da la impresión de que la gente que ve la serie Isabel desconecta de ella cuando se acaba, puesto que en estos días una comparación como esa debería de ser rotundamente rechazada por errónea. El primer arzobispo de Granada, nombrado por los Reyes Católicos tras su conquista, fue nada más y nada menos que fray Hernando de Talavera, prototipo de hombre sabio, respetuoso con otras ideas y, desde luego, tolerante, muchísimo más que el actual ocupante de su antigua prelacía granadina, más famoso por sus bocachancladas que por acciones que guarden remota relación con las de un buen practicante de la fe que se supone defiende. Todo lo contrario fue Fray Hernando de Talavera: tras la incorporación de Granada a la corona de Castilla, su labor al frente de la recién creada sede fue vital para que las minorías religiosas tuvieran un período de transición aceptable, pues sus años como arzobispo estuvieron marcados por su carácter animoso, su deseo de integración y, sobre todo, su sabiduría en temas espirituales. Siempre tuvo, además, la presión añadida de ser él mismo descendiente de conversos, que fue a la postre la culpable de que sus enemigos (y no los Reyes Católicos), acabaran por defenestrarlo, denunciarlo a la Inquisición y apartarlo de cualquier puesto de responsabilidad. Obviamente, los miembros de la minoría musulmana, que vivieron con él una época de respeto a sus costumbres, no tardaron en sublevarse en cuanto alguien más parecido al actual arzobispo se hizo con la prelacía. Aquí tenemos el origen de uno de los problemas políticos y sociales más acusados de la España a caballo entre la Edad Media y la Edad Moderna: el de los moriscos.

  Si quieres conocer a fondo su talla intelectual, te recomiendo que consultes algunos trabajos sobre sus obras literarias, o incluso, si te atreves con algo más completo, es mejor que leas alguno de los estudios biográficos del prelado, como los efectuados por Isabella Ianuzzi o por Martin Biersack, estudio este último que..... ¡vaya sorpresa!, fue prologado por el mismo parabolano que ejerce ahora idéntico oficio eclesiástico granadino que el de fray Hernando. Más le valdría haber aprendido algo de él que no deshonrar su memoria de forma constante.

  Ignoro cómo estará siendo tratada su figura en la serie Isabel, porque no estoy siguiendo los capítulos de esta segunda temporada: me los ponen a la misma hora que mi pachanga baloncestística, y eso es sagrado. Sí me ha sorprendido gratamente saber que mi colega y antiguo compañero de estudios medievales, Óscar Villarroel, ahora profesor de la Universidad Complutense, es asesor de la serie; pero como al final de este pequeño vídeoclip él mismo expresa sus dudas sobre lo que se verá al respecto del prelado, me temo que no le deben de estar haciendo mucho caso. Y es una lástima, porque su síntesis de fray Hernando es bastante adecuada:


  Creo que la escena que se ve en el vídeo la han entendido mal. Si tienes paciencia y, entre las faltas de ortografía y las erratas (frecuentes en la web de la serie), logras leer cómo describen el encuentro entre reina y confesor, parece como si Isabel se mostrara indignada por el hecho de que fray Hernando la obligase a que se arrollidara (tal como recogen en la serie). Al margen de la veracidad o no de la anécdota (la fuente de donde la extraen, la Historia de la orden jerónima del padre Sigüenza, es más una novela histórica que otra cosa), en realidad allí es detallada de otra forma: Isabel comprendió que la honradez y rectitud del fraile jerónimo eran lo que más convenía para su oficio. En la página web de la serie le ponen unos signos de interogación a la frase, y asunto arreglado: para que luego digan que los signos no son importantes. Resumiendo: aun otorgando veracidad al relato del Padre Sigüenza, la Reina Católica no se preguntó "¿Es este el confesor que necesito?", como indica la página web de la serie y tal como actúa la ofendidísima reina de la escena reproducida; antes al contrario, Isabel I afirmó: "Es este el confesor que necesito". En mi opinión, se trata de un error funesto, aunque no me extraña, pues va en la línea de los guionistas de la serie, más dados a recrear una caracterización de Isabel la Católica mucho más cercana a la de una choni celosona y bipolar, muy poco distinguida y educada. La reina resultante es mucho menos monárquica y más princesa del pueblo y punto, ¿me entiendes?, escasamente parecida a lo que debió de ser una verdadera gobernante con espiritualidad cristiana de su época.

  Una época que, desde luego, al menos durante el episcopado de fray Hernando de Talavera, fue bastante más tolerante que la del arzobispo de Granada actual, lo que a su vez nos lleva a plantearnos la conveniencia de esta xenofobia cronológica, o ignorancia cronofóbica, que es bastante discutible. Equiparar lo "medieval" con lo "atrasado", lo "intolerante", o lo "negativo" es una construcción vacía de contenido y con falsos referentes las más de las veces. Siempre recordaré al respecto una anécdota que se contaba en mis años de estudiante sobre uno de nuestros maestros medievales más queridos: Emilio Mitre Fernández. En una ocasión en la que la decana de la facultad, a la sazón profesora de Historia Contemporánea, había tenido ciertos problemillas con el Rectorado, durante una Junta de Facultad se atrevió a denunciar el hostigamiento del equipo rectoral a su persona con la etiqueta de "métodos medievales". Rápidamente, el maestro Mitre tomó la palabra para mostrar todo su apoyo a la decana, pero, eso sí, exigiendo que rectificase el adjetivo "medieval" aplicado a los métodos usados contra ella, salvo que los campos de concentración, las cámaras de gas, los bombardeos sobre población civil, las bombas atómicas y los misiles nucleares le parecieran, como métodos contemporáneos, más humanos y adecuados que los medievales.

  No me negaréis que no estuvo sembrado don Emilio en aquella ocasión :-D